Felipe Mellizo
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Arrecia el sabinismo (el de Joaquín Sabina, no el de los Sabinos, Arana o Méndez): sufre, y de lo lindo, el Atleti en el Calderón (“una Semana Santa filipina”, al decir de Hughes); cursilea en el Congreso (y la Congresa) Rivera, que tiene a Sabina por Quevedo y que en la tribuna mastica “ortegadas” (resulta que España, a sus quinientos años, es “un proyecto”, y tal y tal y tal) como Ancelotti chicles en el banquillo; y en su escaño, con los ojos, caza a rececho Tania, que ya no quiere ser princesa y quiere sólo ser… Dolores, la Pasionaria.
–Nuestro bando fue siempre un desbarajuste, por culpa de nuestros dirigentes –decía Valentín González, El Campesino–. Porque ¿quién es la Pasionaria? Pues una vendedora de sardinas. Su marido la adoctrinó y se convirtió en una fanática de Stalin como lo había sido de la Virgen de Begoña, y como tiene una palabra fácil y un rencor que le sube de las entrañas…
Tania, que es masculina y tiene maña para lo que los ingleses llaman “skill” (sacar partido de las fuerzas en colisión), será rencorosa porque de niña le compraban Barriguitas en vez de Barbies, aunque la ven ustedes triste sólo porque tiene las cejas hacia abajo.
Si “Juego de Tronos”, vista por Ian McShane (¡mi Al Swearengen!), “es sólo tetas y dragones”, Podemos, gracias a Tania, que se ha reservado el papel de Livia, parece “Yo Claudio”. Y Pablemos, que en esa collera es lo femenino, ¿para esto quería el Boe?
¡Cómo se echa de menos en estas Cortes la vista de lechuza (¡sagacidad!) de un Felipe Mellizo para contar lo que ahí está pasando!
–Cualquier estudiante de la Historia –decía Mellizo– sabe que en todas las situaciones de transición el Estado arbitra libertades para un grupo opositor en exclusiva: el formado por los que, siendo enemigos del Estado, lo son mucho más de un tercero, pesadilla común de ambos. Es una reacción biológica.
Y ponía luego el ejemplo de Sila, “que se parecía algo a Franco, pero tenía más talento”.
Tania