Ejecución de Angiolillo
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En el verano del 97, Angiolillo, alias Rinaldini, de 27 años, asesina a Cánovas, que leía el periódico, en el balneario de Santa Águeda (“Santa Águeda me da la vida”).
–A usted la respeto porque es una señora honrada –dijo el asesino, con la pistola humeante, a la esposa de Cánovas–. Pero yo he cumplido con mi deber y estoy tranquilo. He vengado a mis hermanos de Montjuich.
Sus “hermanos de Montjuich” eran los cinco anarquistas ejecutados como responsables de los 103 muertos por las bombas de Barcelona, cifra por la que el socialista Hollande ha declarado en Francia la guerra mundial.
–¡Germinal! –gritó Angiolillo en el garrote.
La violencia creadora de un mundo nuevo es dogma ilustrado, jacobino: el hombre es bueno, pero la sociedad está corrompida y hay que purificarla por la fuerza. “En la piedad está la traición”, avisa Robespierre. Y el aviso lo hacen suyo Necháiev y Bakunin, Lenin y Trotsky, Mao y Pol Pot, brigadistas y yihadistas.
–El detenido es un “hooligan” del Pontevedra –titula el periódico global, que parece tener en Pontevedra su Smalville (y en plantilla a Tom Welling), sobre la salvaje agresión al presidente del Gobierno.
Pero “el detenido” es un melón de lo que Jean Palette llama “la izquierda de la Revelación”, un teórico infantil del marxismo leninismo, autor de “Todos nuestros derechos se los devemos (sic) a la Urss”, con ortografía de Pablemos y apuntes de Errejón, el becario fantasma que acaba de expulsar a Lenin de la política (“En democracia no hay lugar para la violencia”), con lo que “el detenido” acabará por volverse loco. Como todos.
–Eres un asesino en serie –dice en TV un adefesio al Juli.
Puestos a jugar a que nada significa nada, el torero podía contestar: “Y tú un caníbal pederasta”. (Porque si matar un toro es asesinato, comer un escalope será canibalismo, y si el escalope es de ternera, pederastia.) Pero el torero, ay, intenta defenderse: “Yo soy pacifista”.
Y esto es la izquierda de la Revelación.