De Gaulle
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
David Gistau ha recogido aquí la impresión que en la sociedad estatal (la que en España hace de “sociedad política”) ha causado el cuento de Podemos (la abuelita Roja, Caperucita la bollera y el lobo Iglesias) en el Ayuntamiento de Madrid: “Democracia desgastada”.
¿Y cómo se va a desgastar lo que está por estrenar?
La democracia son reglas, y las reglas no se desgastan. En Estados Unidos, único país donde rigen al completo, llevan ya tres siglos, y están tan ternes como las del ajedrez, que no sé si llevan cinco.
Lo que se desgasta es la partidocracia, que son pasiones, con la codicia a la cabeza. La partidocracia invita al votante a jugar con las reglas del ajedrez, pero, una vez que el juego empieza, el caballo come como el alfil, el alfil como la torre, la torre como el peón, el peón como la reina, y todos, al Estado, que es lo que se descompone, como esos alces de Alaska derribados por las garrapatas que salen en el National Geographic.
¡Sacar a los partidos del Estado como a los mercaderes del Templo!
Esperanza Aguirre quiere arreglarlo todo con una segunda vuelta electoral (“ballottage”, en tertulianés). Y añade: “¡Como en Francia!”
Es la cultura política que hay en España, donde la “lideresa” de la derecha ignora que De Gaulle, último líder verdadero de Europa, copió la “democracia representativa” de Hamilton, dio un golpe de Estado para imponerla en Francia y le salió la V República, que sería como la americana si no se hubiera empeñado en poner al jefe del Estado “por encima de la melé”.
La “democracia representativa” no es ir de la ceca a la meca (el “ballottage”, según los tertulianos) con unas listas hechas al capricho de Esperanza Aguirre (o del Papa de Roma), en las cuales, por cierto, ha purgado a Lola Navarro, responsable de ese Plan para Niños (de Dickens) que la abuela Carmena, para darse pote, ya ha hecho suyo.
No sé, en fin, si adelantaríamos algo diciendo que Houellebecq es muy de Tocqueville.