miércoles, 4 de febrero de 2015

Tiempo de Carnaval

Cádiz, desde la torre Tavira


Francisco Javier Gómez Izquierdo

En mis primeras visitas a Cádiz, un servidor miraba y disfrutaba su Carnaval desde una inocencia que con los años se ha demostrado simpleza e ignorancia de cateto advenedizo. Juan Rosado, la mejor amistad que he tenido en este virreinato de Andalucía, nos llevó el febrero de hace quince años a la Plaza Mina donde un servidor sucumbió ante el espectáculo y donde mi tierno infante con apenas cinco años, se le empadronó el sentimiento entre pasodobles viñeros. El chico se me ha hecho de Cádiz. Su patria está en La Caleta y su santo Grial es el Falla. El amigo Juan tuvo la desconsideración de dejarnos de repente y sin avisar el febrero que estrenábamos casa en Barbate, pero “su” Javi chico, con el que tanto se entretuvo, se quedó con la copla para no abandonarla jamás hasta el punto de intimidarme con su fanatismo carnavalero.
        
Empieza el Carnaval en el Falla y al tierno infante le ataca un misticismo alegre y fanático desde una vigilia en la que reprocha el tipo, critica el contralto, aplaude los octavillas y reniega del modernismo comparsista... como si hubiera inventado él las comparsas. Maltrata el ordenador hasta conseguir una entrada para el Teatro y examinar desde allí, creo que con excesivo rigor, la actuación del Coro de Julio Pardo, la chirigota del Canijo -"...en Cádiz a los gordos les llaman canijos"-.  Intenta explicarme el canon de Paco Alba, la seriedad de Antonio Martín, la gracia del Selu, la genialidad de Juan Carlos y se arrebata con  versos traídos a propósito de comparsas conocidas sólo por los toxicómanos del Carnaval mas veteranos.

      ¡Juan Carlos! ¡Ah, Juan Carlos! Es cosa de ver lo que da de sí hablar en Cádiz de Juan Carlos Aragón, el Mourinho del Carnaval como se dice a sí mismo, tan idolatrado por los unos y objeto de vilipendio entre los ortodoxos.  Ha vuelto al Falla del que renegó en uno de sus ataques de soberbia..”..- para ganar..”, dice mi chico, “..porque es la mejor pluma del Concurso y porque no hay nadie como él. La Serenísima no fue una auténtica comparsa, sino una función musical, pero este año lo ha bordado con Los Millonarios, encima no ha pedido perdón por su deserción”. Los Millonarios, menesterosos de objetos tangibles y plutócratas de un tiempo en que sólo merece la pena cortejar esa ciudad caprichosa a la que quieren por novia, que ha hecho exclamar a “Carmelo de Cádi”: “...Bendito sea el pueblo donde se apareció a Juan Carlos el espíritu de Paco Alba, para volver a las comparsas por Cádiz”.

       “.. no hay cajonazos este año pero tampoco pelotazos en chirigotas, si acaso la viñera de Los del puntazo en el Coco, de Manolo Santander y Los seguidores del Arturito, que tiene su aquél..” . En este plan habla mi tierno infante con un amigo gaditano, como si estuviera sopesando con entendimiento la calidad de las vacas charolesas en una feria de ganado. Toda una religión ésta del Carnaval con variopintas devociones en la que los  puristas argumentan con un reglamento no escrito que han ido dejando poetas y profetas sin que los profanos alcancemos a imaginar.