jueves, 4 de diciembre de 2014

El fútbol y sus peñas

Presidentes de peñas cordobesistas
 con los que no se habla el amo del Córdoba

Francisco Javier Gómez Izquierdo 

Tras el episodio de unos cuantos malhechores que acostumbran ir al fútbol, llega el rasgarse las vestiduras y, como no podía ser de otro modo, la hipocresía habitual por ver quién es campeón en bondad.

      El mejor de todos los presidentes de Primera División va a ser el amo del Córdoba, que está decidido a expulsar de El Arcángel a los que simplemente insulten, no sabemos si al árbitro, al equipo rival, a jugadores propios o ajenos o si también incluye en la expulsión a los pareados dirigidos al palco presidencial recitados desde todas las zonas del campo. El amo del Córdoba es un tipo peculiar que se tiene por muy bien hablado, muy bien educado y de una formalidad infinita. En tanto se tiene, que no ve maá que envidia y miseria a su alrededor, por lo que además de no pagar a sus deudos los va a apartar del fútbol por un ¡mecáchis! de más.

Verán ustedes cómo el amo del Córdoba no va a tardar mucho en salir retratado en el Marca y en el As con las disculpas y aspavientos corrientes entre todos aquéllos que tienen obligación de dar explicaciones.

     En un Córdoba-Murcia del año pasado, el amo del Córdoba regaló un rimero de entradas a sus peñas amigas porque a las inscritas en el juzgado, las legales, las fácilmente controlables desde cualquier juzgado, no les dirige la palabra. En el viaje a Madrid y en el reparto de entradas para el Bernabéu, el amo del Córdoba facilitó éstas a las mismas peñas que el día del Murcia. Con tales artes, determinadas peñas se encariñan con sus presidentes, los defienden de toda crítica y son capaces de partirse la cara por él. Que conste que en Córdoba, por mucho que diga el Marca, no hay peñas peligrosas. Si acaso, diez o doce mocosos que todos conocemos y a los que hasta un servidor les ha dicho alguna vez a solas que dejen de hacer el tonto cuando van a Jerez y Granada. ¡Ah, la bestialidad de los ultras del Jerez!

     No hace mucho, una cuadrilla de las que ahora llaman antisistema, intimidó a un presidente para que no fichara a un entrenador al que consideraban fascista. El gran Miguel Bastón (“Bastón a la selección”, coreaba El Plantío) plantó cara en el Cerro del Espino a una gavilla de mentecatos con pesadillas esquizofrénicas. Antier, una banda vallecana de reconocida actividad impidió la celebración de un encuentro en el campo del barrio, y en fin, este último domingo dos, tres ó cuatro tribus asalvajadas quedaron para pegarse con resultado de muerte.

     En contra de la general opinión que busca culpables en los clubs, policías y demás autoridades, creo que el verdadero problema de las muchedumbres aborregadas que nos avergüenzan -de verdad, de verdad a unos pocos-  empieza en la infancia. ¿Qué se puede esperar de unos chicos que tienen obligación de ir a la escuela, pero no de estudiar? ¿Cómo se permite perorar sindicalmente a un cretino de casi 20 años que aún no ha acabado el bachiller? ¿Qué persona instruida puede admitir que se destruya una calle de Valencia porque hace frío en las clases de ESO? ¿Porqué nos sorprendemos de esta muerte idiótica, y no nos escandalizamos de que alguien pueda habilitar a una treintañera incapaz de acabar la Carrera de Psicología como la representante de todos los estudiantes?  El mérito de todos estos es ponerse chulos y chulas, que diría doña Rosa Joaquina, ante el ministro Wert. La progresía académica contra un reconocido fascista. Los Riazor Blues y el Frente Atlético contra los que nos gusta ver el fútbol en el campo.