lunes, 10 de noviembre de 2014

Última Cena




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Al arreciar la rebelión catalana oí en un taxi al fiscal Torres Dulce (que no es Ransom Stoddard) decir:

    –No actuaremos hasta que no se produzca el delito. Ni antes… ni después.
    
Ese “ni después” me pareció un intento torresdulcesco de malapropismo (el palabro, largo de explicar, viene en Wikipedia), un juego de palabras salido de mezclar los lenguajes del beisbolista Yogi Berra y del cómico Antonio Ozores, fuentes de toda la teoría política de moda en el mercado español de las tertulias.

    Visto el 9-N de Barcelona (coincidiendo, ay, con el 9-N de Berlín, para que se vea que África empieza en la Generalidad), veo que Torres Dulce iba en serio, y tras de él, una sociedad que perdió (en los dos bandos) todo el carácter con la guerra civil, y que lleva tres años fingiendo que no pasa nada.

    –Si el fiscal busca un responsable, ése soy yo –presumió ayer el macho alfa del tabarrón catalán, deseoso de hacer unas risas en su OK Corral.

    Y España, fingiendo.

    Finge que no ve que el chulo le toca el nalgatorio a su novia porque, si el chulo se enfada y rompe el “pastel federal”, ¿qué?

    Con razón Bergamín pudo decir que don Tancredo López, nuestro hombre estatua, con su propósito de sugestionar al toro por la inmovilidad, por el silencio, nos lo dice todo, como un filósofo.

    –¡Es el senequismo español elevado al cubo!
    
¿Cómo espera al toro la España del consenso? ¿Con los ojos cerrados? ¿Con los ojos abiertos?

    La política no es más (ni menos) que el ejercicio del poder. Y para entender a esta España política nadie acude a los Carlos alemanes (Carlos V, Marx, Schmitt), sino a los Soprano de David Chase.
    
¿Y la fuente moral?
    
Según Torres Dulce, para quien la ley determina lo que está bien y lo que está mal, la fuente moral de España sería… ¡el Estado!

    –Y el toro “Zurdito”, de Miura, que, sin duda, no se fijó en él, derribó a Don Tancredo –anota Bergamín, teólogo del tancredismo español–. Con la precisión de la luz sobre la mesa de la “Última Cena”.