lunes, 10 de noviembre de 2014

El saco de Paco

Las ofertas del líder

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Paco Jémez, el hombre del saco.

    Puntual a su cita en el cadalso, Paco llega al Bernabéu, le llenan el saco de goles y se marcha tan contento entre los aplausos del periodismo deportivo, aún más reaccionario que el político, y que ha hecho de Paco un modelo de pobre para los ricos: enternece por lo que tiene de Pignon, el funcionario de Hacienda que construye torres Eiffel con palillos en la película de Francis Veber.
    
Desde el punto de vista del espectáculo deportivo, es como si Tyson, ése al que el moña de Brad Pitt, sorprendido en la cama con Robin Givens, esposa del boxeador, suplicaba “¡en la cara no!”, pegara a Poli la del pulpo y la prensa jaleara al potro de Vallecas por lo bien que había bailado en el ring.

    –Grande, Poli. ¿Sólo te ha roto cinco costillas? Anda, invítanos a acedías en “La Giralda”, que esto hay que celebrarlo.
    
La italianidad de Carletto (la italianidad es esa capacidad para meterse en las guerras de parte de las dos partes) también sucumbió a Paco, pasando en dos días del “Paco habla demasiado” al “Paco tiene mi misma idea del fútbol”, y el caso es que en ambas opiniones lleva razón.

    Paco llegó el sábado al Bernabéu de azul mahón, que era el color obrero del falangismo (¿quién en España no guarda una en casa, por el acaso?), pero apenas lució en TV, ya suponemos que no por el color de la camisa, sino porque el realizador, engorilado con Casillas, volvió al tabarrón del plano-melancolía con el banquillo blanco, pues la italianidad de Carletto decidió que contra los hombres de Paco jugara el entrañable Keylor, un Dudek del Caribe, con lo cual, en vez de los goles, vimos los caretos de Íker, muy de calcular los trienios que le quedan para jubilarse en el Madrid a los 40, que son, por ejemplo, los años de TV que ahora celebran los tipos de “Saturday Night Live”, aunque el “Daily Mirror” habla de colocar a Cech en el Bernabéu, cosa del todo imposible, pues Cech, además de tocar la batería, es portero hecho y derecho, como Diego López, y antes pasa un camello por el ojo de una aguja que un portero al Reino de los Cielos. ¡Si hasta a Keylor, que no hace sombra a nadie, le caen ya los grajos por ver de quitarle la etiqueta de Mejor Portero del Mundial!

    –Aprendí que el balón nunca llega por el lugar que lo esperas. Esto me ayudó en la vida posterior, sobre todo en la Francia continental, donde nadie juega verticalmente.
    
Palabras de Albert Camus, portero sin gloria, sacadas a relucir por Gregorio Luri, pero Keylor no tiene cara de haber leído a Camus, ni Casillas le va a prestar ese libro.
    
Casillas se impone en el Madrid el reto, no de las cinco Copas de Europa de Juanito Alonso, sino de cumplir 40 años en la portería, y pone el caso de Cañizares, “que jugó hasta que tenía 38”.

    ¿Vamos a discutir por un par de años?

    No sabría decir uno qué diferencia hay entre 38 y 40 años, pero el mayor orgullo del hijo de Darwin era que su padre sabía establecer perfectamente la diferencia entre diez minutos y un cuarto de hora.

    Volviendo a Paco Jémez…

    –El Rayo ha sido superior –dijo su presidente–. ¡Y no estoy chalado!

Obra de  Cristóbal

BANDERAS DE NUESTROS PADRES

    En el fútbol se elogia al piperío como en la “democracia” al pueblo. Cada vez que eso sucede, me quedo pensando: "Hombre, si individualmente parecen simplones, ¿por qué van a ser superdotados colectivamente?" Observando al piperío noto que en el Bernabéu han desaparecido las banderas españolas. “¿No será usted facha?”, me contesta un pipero al que pregunto por las banderas que me hicieron jurar en Araca, Vitoria, en la segunda legislatura de Felipe González. “Aquí no hay más bandera que Isco”, me aclara otro pipero que lo prefiere a Bale, el joven Morgan de “Qué verde era mi valle”. La prensa asiente: con Isco el Madrid mastica más. ¿Mastica? Pues hasta aquí llega la crisis.