sábado, 6 de septiembre de 2014

En la muerte de Joan Rivers





 JOAN RIVERS

Hughes
Abc
 
Si uno pudiese tener el aspecto de un transexual judío octogenario estaría bien, así podría parecerse en algo a Joan Rivers. La cómica (de eso que allí llaman el stand-up, los dichosos monologuistas de aquí) a la que en España no hemos podido ver todo lo que deberíamos. ¿Por qué no nos terminaron de colonizar los yanquis e impusieron el inglés y la tele americana? La conoceríamos desde los sesenta en que empezó con Johnny Carson y en lugar de la «Asamblea Fashion» la hubiéramos disfrutado a ella con «Fashion Police». Igualito. Joan Rivers se rió de todo. Seguro que tiene alguna frase sobre el lucero del alba. Empezó por ella misma (lo hizo hasta del suicidio de su marido). Conquistado ese derecho, pasó a reírse despiadadamente de los demás. Pero sobre todo de las estrellas. En España la hubieran asesinado. Aquí ha habido cuarenta años de dictadura, pero sobre todo ninguna Joan Rivers. De Boy George dijo: «Justo lo que Inglaterra quiere, otra reinona que no sabe vestir». De Bo Derek: «Es tan tonta que en la bolera devuelve las bolas porque tienen agujeros». Sin parar. Desde Liz Taylor a Paris Hilton.
Cuando escucho hablar de #periodismo o #corrección pienso en ella. El código es Joan Rivers. Atacó a los palestinos («Si New Jersey bombardea New York ten por seguro que nos defenderemos»), pero hacía chistes de judíos. El último fue sobre un vestido de Heidi Klum: «No se ha visto a un alemán tan caliente desde que empujaban a los judíos dentro del horno». La acusaron de banalizar el Holocausto. Naturalmente, no pidió disculpas por desternillarse tras el chiste. La última vez que la vimos fue en un episodio de «Louie». Tuvo sexo con Louis C. K. «No lo cuentes, a nadie le gustan los necrofílicos». Fue una inspiración para los adictos a la cirugía estética porque no negaba nada: «Me gustaría tener una gemela para saber cómo sería mi cara».
Para su funeral pidió a Meryl Streep: «La quiero gimoteando en cinco acentos». Imaginen a alguien que aquí dijese: «He ido al notario para que prohíban a Massiel entrar en mi entierro». Tantas operaciones llevaba que anticipó que sus restos serían entregados a Tupperware. Estaremos pendientes de que se cumplan sus voluntades.