jueves, 3 de enero de 2013

Aguirre

Paula con la llave de latón

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Después de Jean Cau, el mejor alegato contra la peste del igualitarismo cultural lo hizo Rafael de Paula en una merienda (organizada de Prisa y corriendo) en el parador de Ronda, donde mandaron al conserje a entregar al genio de Jerez una llave de oro que era de latón:
    
Porque en esta vida lo primero que hay que tener es carisma –regañó el gitano a los pazguatos, antes de enviarlos a hacer gárgaras–. Carisma… y poder de convocatoria.
    
El igualitarismo, que predica la culpabilidad de los fuertes y la inocencia de los débiles, no tolera carismas, y por eso ordena a sus forenses la vivisección del alma de Mourinho, y a sus académicos, la confección de agudezas periodísticas contra Esperanza Aguirre:
    
Aguirre entra en prisión para visitar a Carromero–tituló en el día de Año Nuevo el periódico global en español.
    
Que es el “Ortega vuelve a la cárcel” de “Egin” en julio del 97, siendo su redactor jefe el ahora diputado general de Guipúzcoa, para que no se diga que la socialdemocracia no reconoce a sus hijos más graciosos.

    “Ortega vuelve a la cárcel”.

    “Aguirre entra en prisión”.

    Tampoco hay que ser chestertoniano para reconocer ese ingenio que se retuerce en arabescos de felicidad verbal, lleno de meticulosidad feroz e inspirado en la total seriedad de la malicia sincera.

    El ingenio que se hiere a sí mismo para herir a un oponente.

    –El ingenio es la razón sentada en su sillón judicial –sentencia el propio Chesterton–. Y aunque los acusados también pueden recibir condenas leves, la clave radica en que el juez nunca es condenado.
    
El ingenio igualitarista como negación del derecho de gentes a todos los que no sean de la causa.

    Mediáticamente, vivimos en un curato maoísta.

    –¿Un cura maoísta? –pregunta Jean Cau–. ¡Qué cosa tan natural! La receta es muy simple: tomad un cura, quitadle la fe ¿y qué nos queda? Un demócrata igualitarista. No es extraño que tantos líderes comunistas, Stalin a la cabeza, hayan sido antiguos seminaristas