Jorge Bustos
Parece que esta vez es la definitiva y que Cataluña se dirige con rumbo
inquebrantable al propósito firme de convocar una consulta sobre la
posibilidad de proclamar la intención inequívoca de, el día menos
pensado, plantearse en serio la eventualidad de independizarse de
España. Si eso. Todo son síntomas de un arrojo centrífugo imparable.
Primero fue Mas, el mentón más tieso del Mediterráneo,
que pidió 5.023 millones de napos pero sin condiciones y porque me están
sujetando, aunque luego hará lo que tenga que hacer, sea nadar o
guardar la ropa. Una actitud esa la mar de convergente –y unión– que
ejemplificó igual de bien su binomio matritense Duran
cuando se enfrentó a los Ultra Sur componiéndoles en las narices una
peineta suicida... una vez se cercioró de que le parapetaba un
infranqueable retén de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. En
segundo lugar tenemos a los intelectuales de la zona alineados con los
políticos –por no perder una costumbre muy acendrada en el Nordeste– en
la procura del mesiánico referéndum. Así, el señor Quim Monzó le confesaba recientemente a Enric González en Jot Down:
—La independencia costará mucho, si alguna vez se llega a conseguir.
Fíjate que se habla de eso en el momento de las últimas décadas en que
más nos están dando por el saco. En absoluto puede ser casualidad. Los
recortes, nos deben millones y millones, y no nos los dan…
—Si la semana que viene hubiera un referéndum sobre la independencia, ¿tú qué votarías?
—¡Votaría que sí! Clarísimamente. ¿Por qué quedarse con unos ineptos que no tienen que ver contigo…?
—Sí, pero nos quedaremos con nuestros ineptos, que a veces son más molestos.
—¿Más? O menos. Ahora tenemos a nuestros ineptos y a los ineptos ajenos. Como mínimo nos sacaríamos de encima a los ineptos ajenos y nos quedaríamos sólo con unos. Las pasaríamos canutas pero tengo claro que estoy hasta los huevos de los otros.