Ignacio Ruiz Quintano
Abc
De la tristeza de Ronaldo a la alegría de Bosé.
Todo lo que el español medio no le ha pegado a Bolinaga por quejarse de su alojamiento, se lo ha sacudido a Ronaldo por expresar su tristeza.
Entonces Bosé, que anda otra vez a vueltas con “Papito” (así es, por cierto, como Essien llama a Mou), se va a los papeles y hace la denuncia definitiva:
–Nos están tasando las alegrías.
Y el tasador es… “este gobierno de derechas”.
Bosé viene del cuadro de alegres palmeros de Zapatero, cuando Zapatero tiraba de visa como si el mundo se fuera a acabar.
–Defendamos la alegría frente al catastrofismo –cantaban como locos y locas (por allí andaba Ana Belén), “con esa alegría falangista que siempre está más allá de las fronteras de la muerte”.
Alegría (de “alacer”, en el latín de los curas) consiste en quitarse peso y morir desnudos, y nadie como Zapatero para dárnosla, es decir, para quitarnos la ropa y el peso.
Rajoy, en cambio, es de derechas, y ya se sabe, avisa Bosé: “Su amor a la cultura es igual a cero”. Nadie, desde luego, alcanza a imaginarlo en la ducha tarareando cantigas de “Don Diablo”.
Rajoy, pues, odia a la Cultura, y por consiguiente la castiga.
–No quiere una fábrica de librepensadores –explica el hijo de Dominguín, aquel príncipe de la “joie-de-vivre”.
Frente a la proverbial tristeza alemana de la raza y de la selva, Goebbels levantó en 1933 el banderín de la “Kraft durch Freude”, recuperado por Mitterrand para la Francia de 1981 con el reclamo de “las fuerzas de la alegría”, base del librepensamiento felipista (reglamentado por Semprún y Pradera) impuesto a la España de 1982, que es donde se ha quedado Bosé, el hombre que quitaba la alegría a los manteros.