jueves, 20 de septiembre de 2012

El síndrome del Tano Pasman

El Tano Pasman la toma con Cappa

Alberto Salcedo Ramos

Si hay un héroe que nos representa es el Tano Pasman, aquel hincha irracional filmado por sus propios hijos mientras profería insultos frente al televisor, durante un partido del River Plate.

No es gratuito que el video se haya expandido como plaga en el ciberespacio, a través de redes sociales y correos electrónicos. En YouTube recibió millones de visitas e incluso fue subtitulado en inglés. Su protagonista se volvió tan famoso que desde entonces ha concedido entrevistas a diestra y siniestra.
En estos tiempos de vértigo informativo, donde lo viejo ya no es el periódico de ayer, como cantaba Héctor Lavoe, sino el trino de hace diez minutos en Twitter, cuesta mantener la mesura. Vivimos rindiéndole culto permanente a la histeria.

Hace poco, en una fonda del Caribe colombiano, fui testigo de la siguiente escena: al mediodía, mientras almorzaban, los aldeanos iban mirando a intervalos un televisor. Era la hora del noticiero.

Lo que vi me pareció chiflado: cuando se anunciaba una noticia, los comensales ripostaban a gritos.

El expresidente Fulano de Tal… –decía el presentador…

Y en seguida, se desataba la algarabía.

¡Ese es un bandido!

¡Lo que hizo fue engordarles los bolsillos a los dueños de las EPS!

Seguían más insultos, por supuesto, y después había un breve silencio en el cual se oía de nuevo la voz del presentador del noticiero.

El futbolista Perencejo

Entonces volvían a estallar los insultos.

¡Ese es un alcohólico, se la pasa es chupando!

¡Fuad Char no sabe el lío que le espera por contratar a ese tipo!

Entonces confirmé una vieja sospecha: los colombianos no vemos los noticieros sino que peleamos contra ellos. Después de soportar durante años el discurso histérico de los telediarios, los ciudadanos de a pie han empezado a rebelarse, y lo hacen con las mismas armas: el monólogo altisonante, la histeria.
Tal comportamiento se reproduce en diversos escenarios reales y virtuales. En Twitter, por ejemplo, cada quien se pasea con su propio monólogo, a menudo histérico: en algunos casos se nota que el dedo con el cual el tuitero oprime el mouse de su computadora es más veloz que la mente con la cual concibe sus frases. En esa red las ideas pelean unas contra otras -y a veces la gente también-: se atropellan, se desplazan.

La epidemia de estos tiempos, insisto, es el Síndrome del Tano Pasman. Grita el entrevistador en la radio, grita el oyente del programa, grita el expresidente, gritan los detractores del expresidente, grita el comentarista de fútbol uruguayo contra los colombianos, gritan los hinchas colombianos contra el comentarista uruguayo, grita el tuitero, grita el analista político, grita el crítico literario.
Pareciera cundir la creencia de que madurar las ideas es envejecerlas, y decirlas en tono sosegado es quitarles fuerza.

Al final de la alharaca son contadas las opiniones que sobreviven. Bien decía el crítico Sainte-Beuve que el hombre se vuelve peligroso cuando tiene todos los medios de comunicación a su alcance y nada que comunicar.

Alberto Salcedo Ramos