El triunfo del terror
Fotografía tomada en Asturias el día de la suelta del etarra Bolinaga
Fotografía tomada en Asturias el día de la suelta del etarra Bolinaga
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Los españoles, que en letra constitucional hemos sido justos y benéficos, republicanos y trabajadores, en el mundo real somos hoy un parque temático del paro y evangelistas de la sinjusticia, inventada por fray Luis:
–Adonde la azucena / lucía y el clavel, do el rojo trigo, / reina agora la avena, / la grama, el enemigo / cardo, la sinjusticia, el falso amigo…
¡Ah, la sinjusticia!
Afloja la prima de riesgo (eso ya lo hacía Pinito del Oro en los días de doble función), pero aprieta Garzón, el último exiliado del franquismo, un juez que, expulsado de la carrera judicial por alcahuetear las conversaciones de los presos con sus abogados, se hace cargo (gratis) de la defensa de Assange, un tipo del que sólo conocemos su “look”, mezcla de Helmut Berger y conde de Siruela, pero en crudo, y que está acusado de violar a dos suecas, razón por la cual no quiere pisar Suecia, y en nombre de la libertad de expresión ha pedido asilo en la embajada de Ecuador en Londres, donde libra una batalla legal, con Garzón de perejil de todas las salsas, para no ser extraditado a los Estados Unidos de Obama, que lo reclaman por revelación de unos secretos (entre otros, lo que el embajador americano en Madrid pensaba de Zapatero) que llevaron al periodismo global en español a anunciar la refundación del periodismo.
Es el juego de la oca progre de este verano: de fascismo en fascismo (Reino Unido, Suecia, Estados Unidos) hasta la democracia final: Ecuador.
Más la comedia de enredo doméstica con la libertad del torturador de ese pobre Ortega Lara a quien la pepera Elvira Rodríguez ninguneó en TV con grande desparpajo: “¿A quién representa este hombre?” Pues a los españoles que confían en la justicia. Es decir, a nadie.