jueves, 14 de junio de 2012

Shylock

Antes que los Escolar,  Alain de Solminihac 
ya largaba contra los financieros

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La Generación Mejor Preparada de la Historia no frecuenta mucho a Shakespeare (se encuentra más a gusto con Paco Bezerra), pero, si le cuentas “El mercader de Venecia”, en seguida se pone en contra de Shylock, cuando el verdadero chorizo es Antonio, por decirlo coloquialmente, como Rosa Díez en el Parlamento, donde ayer, por cierto, se las echaba de Porcia en el juicio a Rajoy.
    
Shylock es víctima de la literatura, como todos los financieros, artesanos de una mercancía fuera del alcance de todos los escritores: el dinero.

    El financiero, estudiado por Daniel Dessert, es un personaje central del Barroco: la guerra que lleva a la ruina que lleva a pedir dinero que lleva a ponerse en sus manos.

    –Para la guerra hacen falta tres cosas: 1, dinero; 2, dinero; 3, dinero –dijo famosamente Montecuccoli.

    El aforismo que Montecuccoli aplicó a las guerras de Europa es aplicable a las autonomías de España, que convierte la cuestión financiera en la obsesión de los gobiernos.
    
Pero el dinero es inmoral (la Iglesia prohibió siempre el préstamo con interés), y todas esas columnas perrofláuticas que estos días leemos contra el financiero codicioso e impermeable al sufrimiento de los pobres ya las escribía hace siglos el beato Alain de Solminihac, avisando de que la usura es el pecado que más se opone a la salvación de las almas.

    –Los financieros son un mal, pero un mal necesario –explicaba al pueblo Richelieu, que salió del poder con veinte millones de libras (nada que ver con las sesenta y cinco mil pesetas del ministro Solís).

    ¿Qué sabe del afán de lucro la Generación Mejor Preparada de la Historia?