Cristina Losada
Libertad Digital
El sentimiento nunca se equivoca, y ha de ser por eso que la efusión
emotiva en Occidente a propósito de la "primavera árabe" no ha mutado en
ninguna clase de reflexión crítica a medida que se ha ido instalando el
invierno islamista. Se diría que nunca existió el espejismo colectivo,
mediático para más señas, que tomó unos levantamientos contra regímenes
dictatoriales por el admirable despertar del mundo árabe a la
democracia, la libertad y los derechos humanos. Como se diría que jamás
se pregonaron los prodigiosos poderes que tenían Facebook, Twitter y
Youtube para instalar democracias ejemplares en el lugar de unas castas
corruptas. Bien. El asunto ya no admite mucha discusión. El resultado de
las vibrantes revoluciones propulsadas por las maravillas de internet
ha puesto en su sitio a aquellas quimeras y a sus fabricantes. Los
beneficiarios de la épica primaveral son los islamistas, tal y como
acaba de confirmar el triunfo de los barbudos en Egipto.
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