Mourinho
Como niños en la Cibeles
Jorge Bustos
No deja de tener su punto que el Real Madrid ganase la Liga un 2 de mayo
en Bilbao y que la festejase en el Día Mundial de la Libertad de
Prensa. La libertad de prensa es como la sexual, que uno se la toma
hasta donde le dejan y eso va en la vergüenza de cada uno, la mucha que
hay que pasar oyendo algunas tertulias y la poca que hay que tener para
decir lo que se ha venido diciendo de José Mourinho, el
mejor entrenador del mundo en puridad matemática que ayer –contra todo
pronóstico– no se presentó en Cibeles provisto de ukelele, cuchillo de
obsidiana y collar de cráneos jibarizados de los niños del Sahel, los
cuales sólo encontraban alivio a las cornadas del hambre cuando veían
ganar al Barcelona de Guardiola, a tenor de lo publicado libérrimamente en cierta prensa. Pep se marcha insinuando despecho a lo Alfonsina Storni –“Tú
me quieres alba, / me quieres de espumas, / me quieres de nácar. / Que
sea azucena, / sobre todas, casta. / De perfume tenue. / Corola
cerrada”–, rechazando el amor arbitral de los penaltis tardíos como una
doncella burlada, Ofelia prerrafaelita flotando entre
los nenúfares marchitos del villarato. Todo esto no servirá para que los
culés críticos desenmascaren al gurú en charoles del pequeño país, que
ha perdido la primera ocasión de acreditar –en la derrota– la elegancia
de que le tenían investido los periodistas placentarios a quienes Mou negara el alpiste.
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