jueves, 31 de agosto de 2023

1973

Juanito en 1973

 

Francisco Javier Gómez Izquierdo
         
      Lo ponía el otro día el Diario de Burgos. Hacía 50 años que desde mi pueblo, Castrillo de la Reina, se llevó en peliagudo transporte al Museo de la Calle Miranda de Burgos un magnífico ejemplar de árbol fósil (piedra que hipnotiza) de unos 120 millones de años conforme al saber y entender de los expertos. Medio siglo lleva luciendo en el patio del Museo. Ese mismo año 1973, se recordaba también en el Diario, llegaba Juanito al Burgos CF, y ¡claro está! a servidor le vino a las mientes quizás uno de los años más felices de mi vida. El año que me enganché sin remedio y me da que voy a tener mala cura, a la droga del balompié. El subidón no fue por Juanito, del que creíamos (leíamos todo) que era un problema que don Vicente Calderón se quitaba de encima. Muy joven, 19 años, fama de golfillo, sin acabar de recuperarse de una lesión tremenda, se le multaba por trasnochador, se buscaba expulsiones por irse de "la muy" sin conocimiento, pero don José Luis Preciado, un señor que era presidente del club, militar y el mayor detector de talentos futbolísticos que he conocido, se empeñó en ficharlo. En aquella época no era tan fácil como hoy acertar con poco dinero y viendo sólo una o dos veces el futuro de un jugador (Juanito, Viteri, Benegas, Capón, Olalde, Aitor Aguirre, Navarro y un etc. prolijo, fueron fichajes de Preciado). Estábamos en 2ª. Entrenaba Eizaguirre al que sustituyó Negrillo, otro malagueño como Juanito, que se retiró del fútbol por una lesión a los 20 años. Venía de ser segundo con Merkel, míster Látigo, y la plantilla pasó de los entrenamientos plácidos y sin voces del legendario y educado ex portero vasco a la mala leche reconcentrada de un míster que hacía subir las gradas de El Plantío con plomo en unas cananas sufridoras que se llevaban entonces entre los entrenadores más tremendones. 1973 no fue año demasiado bueno para Juanito, pero el Gaitu y servidor lo adorábamos y nos íbamos a verlo entrenar solo contra la pared en el que estaba colocado el marcador simultáneo Dardo, y allí daba pataditas en tandas una vez de izquierdas y otra de derechas en rutina para recuperarse de su lesión. Tenía el pelo largo y nosotros con 14 años mirábamos embobados su técnica. "Qué bueno es", decíamos. "A ver si se le baja el genio", deseábamos.


      La explosión de felicidad en 1973 me la proporcionó Cruyff que venía del Ajax, un equipo al que se consideraba la perfección absoluta del fútbol, y a él, el más sabio de sus profetas. Nada mas aterrizar olía a invencible. Debutó con dos goles al Granada y el Barça ya no perdió ningún partido de liga. Era un genio, me parecía más listo que el resto de la humanidad y aunque le descubríamos caprichosos comportamientos dentro y fuera del campo a mí me gustaba todo lo que hacía. Creí entonces que despedir a Sotil para traer a su amigo Neeskens era razonable. La liga 74/75 se presentaba  con Cruyff en pleno apogeo mientras en El Plantío el Gaitu y servidor (no nos perdíamos un entrenamiento) esperábamos la explosión de Juanito que con Viteri, Valdés, Juanjo... pensábamos que podríamos con todo quisque. Al año siguiente llegó Kresic, un mediocentro al que iba a ver jugar Miljanic y que Cruyff cuando quiso hacer las Américas pidió para el Cosmos, pero Cruyff no enredó como hubiera querido al equipo de Nueva York y acabó en Los Ángeles mientras Kresic firmaba por el Houston Hurricane un club con nombre mucho más bonito. El magisterio de Kresic en el centro del campo ordeñó el inmenso talento de tipos como Viteri, un Romario autóctono; Garrido, gran corredor, y sobre todo de Juanito que "..nunca volvió a jugar como en Burgos" (Gordillo dixit). Juanito, Kresic, Viteri... fueron un privilegio, un honor y un recuerdo de cuando fuimos felices.

 
      Han pasado 50 años. Quizás nos estemos fosilizando como el árbol de Matalaguna.

 


 El árbol fosilizado en el museo de Burgos

120 millones de años