viernes, 19 de diciembre de 2025

Toujours-toujours-toujours


La Unión Europea


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


España era el problema, y Europa, la solución. Qué arte. Rilke presentó el arte como un modo de vida, “como la religión, la ciencia, o incluso el socialismo”. Sólo hay que ver su rama sanchista, resumida en el famoso diagnóstico de Jean-Martin Charcot: “C’est toujours la chose génitale, toujours-toujours-toujours”. Para la felicidad de esta tropilla, el dinero es secundario. Lo explica Freud: “La felicidad es la satisfacción aplazada de un deseo prehistórico. Por eso la abundancia da tan poca felicidad; el dinero no es un deseo infantil”. La felicidad, pues, tenía que ser Europa, donde Ortega pillaba las ideas (comenzando por la “circunstancia” de Stirner) que luego colocaba en España. ¿Y qué es Europa?


Si arrimas la oreja, Europa hoy sólo es guerra, censura, cancelación y ruina, resumida en la obscena imagen de un profesor irlandés, Enoch Burke, cargado de cadenas por el juez Brian Cregan al negarse a aplicar un pronombre ideológico en la educación de sus alumnos. ¡Galileo encadenado! “Vivan las caenas” no es un grito reaccionario español, sino un grito progresista europeo. Lo da Rousseau en “El contrato social”: el hombre nace libre y está en todas partes cargado de cadenas. Jacques Barzun observó que para el periodismo estas palabras significan “hay que romper las cadenas”, pero la siguiente frase de Rousseau, que nadie cita, dice: “Intentaré ahora demostrar que las cadenas son legítimas”. Así que Rousseau es tan víctima de las citas incompletas como su enemigo Voltaire, cuyo “No estoy de acuerdo en lo que usted dice, pero daría mi vida para que pudiera decirlo” siempre se sirve sin su cínico corolario: “Viva la libertad de pensamiento, pero muera quien no piense como yo”.


Declarado “vehementemente sospechoso de herejía”, Galileo fue condenado a “abjurar, maldecir y detestar” sus propias opiniones, si bien la pena de prisión le fue conmutada (¡en tu cara, juez Cregan!) por un arresto domiciliario. Según una leyenda, al escuchar la sentencia Galileo dejó escapar un “eppur si mueve…” Gustavo Bueno sostenía que a Galileo no lo perdió su heliocentrismo, sino su atomismo, que ponía en un tris el dogma de la transubstanciación.


En 1817, ante los restos de Dante, Maquiavelo, Miguel Ángel y Galileo (la Europa que precedió a Von der Leyen, Kallas, Breton, Verhofstadt, Garicano y el juez Cregan), Stendhal entró en síndrome y perdió el conocimiento. En 1992, Juan Pablo II pidió perdón por la condena a Galileo. Dos décadas antes de llegar a la Casa Blanca, Ronald Reagan decía a quien quisiera oírlo: “La libertad no está nunca a más de una generación d su extinción. No se la transmitimos a nuestros hijos en la sangre. La única forma en que pueden heredar la libertad que conocemos es si luchamos por ella. Si tú y yo no hacemos esto, puede que tú y yo nos pasemos nuestros últimos años contándoles a nuestros hijos cómo fue una vez Estados Unidos, donde los hombres eran libres”. Toujours-toujours-toujours.


[Viernes, 12 de Diciembre]