Hughes
Pura Golosina Deportiva
Cultura general es saber que el campo del Elche es el Martínez Valero. Volvía el Madrid después del parón de selecciones y yo no era capaz de recordar si era optimista o pesimista cuando lo dejamos.
Lo importante del Madrid estaba en la Asamblea. El Madrid puede cambiar de modelo de club. Es curioso esto. El Madrid puede cambiar todo menos el Modelo deportivo. Cambia antes el modelo de propiedad.
En Elche salía el Madrid en 5-3-2, eso decían, pero confieso que vi todo el rato un 4-2-3-1, en defesa a veces 4-4-2, con Fran García de Vinicius. Vi lo mismo de siempre. Pero será torpeza mía.
El partido comenzó con una insulsez de Rodrygo, al que han dado más oportunidades que a Iñigo Onieva.
Había escaramuzas presionantes en los dos equipos, planteamientos hombre contra hombre y la sensación era que el Madrid no salía airoso, La presencia de Fran García donde Vinicius debía dar más cohesión y presión pero no se llegó a notar del todo porque el conjunto falló. Las presiones provocaban movimientos como de béisbol, inmovilidades de las que salía alguien corriendo solo. Repito: el Madrid ni terminó de salir bien ni acogotó al rival.
En el 17, Courtois ya le paró una a Rafa Mir.
Cómo estaría el Madrid que lo mejorcito era Asencio, que en el minuto 20 remató un córner con su habitual casta lamentativa.
El 10 (Mbappé) salía del área y el 5 (Belingham) no se terminaba de meter; Güler no estuvo muy allá aunque fue capaz de un desmarque de los que llaman de ruptura, con control de cabeza y fuerte zurdazo, haciendo de delantero rompedor.
Xabi Alonso, de negro, con su aire algo introvertido, como si entre él y las cosas hubiera una fina película, un cristalillo de separación. Su ir de negro y siempre igual está en la delicada frontera entre la elegancia minimalista y la uniformización cholista.
A su lado, Eder Sarabia, entrenador del Elche, lucía cocodrilo Lacoste y una chupa como de forro de maletita de Louis Vuitton. Se camina hacia el entrenador maniático, y la manía admite lo hortera de bolera y lo barroco cocoloco. El oscuro rigorismo monocolor da pereza, ya pasó.
Hay cosas que no entendemos. Una, y no de las menores, es Rodrygo. Todos tenemos ya muy claro que Rodrygo no produce nada. Jugar con él es como jugar con diafragma. Corre, sube, regatea, baja y hasta chuta, parece que todo sucede, pero el aficionado tiene la certeza de que no pasará nada. Hay una certidumbre anticonceptiva. ¿Por qué el míster no? ¿Aspira a recuperarlo? ¿Para qué? ¿No tiene ya bastantes problemas para colocar a los que tiene arriba?
Para colmo Rodrygo iba peinado como de Gilberto Gil.
Mbappé apareció a la altura de la media hora. El 10 jugaba de 10. Llega al área más que estar. Primero una contra, luego un remate que detuvo Peña a pase de Trent, que en Elche sacó ya por fin desenfundó el pase.
Antes del descanso, Courtois tuvo que hacer otra pared. El Elche estaba bien, jugaba bien. Alguno diría que hasta mejor.
El Madrid quizás estaba sufriendo el virus FIFA. El problema es que venía de sufrir el virus UEFA.
Tras el descanso, Mbappé se responsabilizó. No fue por falta de ganas.
Chutó Rodrygo, con su plof habitual, chutó Trent, que la mandó a la grada Kop, y el Madrid, además, perdió la capacidad de robar, que ya era poca. El Elche jugaba como Brasil y así, en una jugada humillante para el Madrid, Febas, que ya había plantado cara a Guler, marcó el 1-0.
Eder Pereira subió los brazos con alegría y mostró el Calvin Klein de los gallumbos.
El Madrid era la nada, pero además la nada blanda, natillosa, era una Natilla de Madrid y Xabi metió de una a Valverde, Camavinga y Vinicius.
Lo peor del Madrid no era la debilidad atrás o la blandura. Lo peor era la sensación de poca seriedad arriba. De pachangueo.
Salió Gonzalo por Güler (se cumplía el teorema: en los límites habrá una incompatibilidad Güler-Bellingham) y en el 64 ya se notó más movimiento. Sin estar acertado, porque no lo estuvo, se le vio moverse con ese rompe y rasga de los delanteros que sí disfrutaba el Elche con Mir y André Silva (que muerto no estaba --le hicieron un homenaje horas antes-- y jugó un partido que fue una fe de vida).
El Madrid dio un mínimo arreón al que siguió un tramo de muy poco. Vinicius no estaba acertado y falló una clara, sin confianza.
El Elche tocaba sin oposición alguna, hombres contra conos.
De ese marasmo salió el Madrid con algo que sin ser bueno, porque no terminó de salir, sí permite el optimismo (fui recordando en lo calamitoso del partido que yo había preferido ser optimista).
El Madrid se fue viniendo arriba con personalismos. Más músculo y velocidad atrás sosteniendo la responsabilidad de Mbappé (como 10 penetrante), de Trent como gran sacador y colocador y, sobre todo, Bellingham, el del primer año: infatigable (o fatigado pero sin que eso le venciera) y oportunísimo.
Él la ganó para el gol del patifino Huijsen, 1-1, y fue el mediocampo del Madrid en un sentido: dos detrás luchando y él lanzando el ataque. ¿Y si el Madrid es eso y no hay otra? ¿Y si hay que hacerse fuertes sobre eso?
Podía haber olor de remontada (como cuando sales al rellano de la finca y huele a que alguien está haciendo arroz al horno) pero entonces llegó el 2-1 del Elche, merecido, pero además de merecido era el Impuesto del Canterano, que el Madrid paga religiosamente todos los años: Álvaro Rodríguez entra al campo (provoca esa sensación de “me quiere sonar”), la coge, hace lo que quiere con Asencio, recorta y mete un chut que ni Rivaldo.
Pero el Madrid se rehízo cuando la depresión ya era profunda y los cuchillos se afilaban en las tertulias y streamings (¡ya no hay extremos, hay extrimins!).
Otro córner (otro toque de gamuza de Trent): la toca Huijsen, chuta Bellingham, la salva Mbappé con ganas de capitán y remata de nuevo Bellingham que sigue la jugada, sigue a la pelota, la mira y va detrás como un perro tras su amo. Ese seguir la pelota es bastante sobrenatural, instintivo, suyo, y es un capital del Madrid que hay que respetar. Con eso se ganó la última Champions.
En el 93 pudo haber marcado el Madrid, pero Gonzalo rozó la pelota de Mbappé.
O sea, Gonzalo haciendo de 9, Bellingham llegando como 9, y Mbappé, que es el 9, de otra cosa. Galimatías al que hay que integrar a Vinicius.
La reacción fue insuficiente, y el partido malo, pero volvió un nervio, una cierta épica o epiquilla, brotes ingleses (el pase de Trent, el llegar de Bellingham) y se vio que ocupar el área trae algún resultado. Se dirá que no están con Alonso, pero Mbappé y Bellingham sí reaccionaron.
