Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Se avecina como un nublo de primavera un magno botellón, y no tiene nada que ver con el chupinazo de Gallardón señalando a la concejala Botella para el segundo puesto en la lista municipal. Es el botellón que todo el chavalerío español, a modo de revuelta posmoderna, viene preparando a conciencia para el Viernes, 17, fiesta de San Patricio. Atritos o contritos –eso sí, por lo civil–, los progres están que echan las muelas, de la indignación: “¡Qué vergüenza!” No entienden que los chavales prefieran un botellón a un taller de redacción. La ministra de la Salud, que ni fuma ni bebe –su cara es el espejo del alma–, mientras criba embriones como si fueran angulas, alerta a la población sobre el atentado para la salud que a su juicio –sano juicio– supone el botellón. “¡Ese botellón es una vergüenza!”, rabian los progres, ignorantes de las voces que dio Gargantúa al salir del vientre de su madre: “¡A beber! ¡A beber!” ¿Cómo, si no, este Siglo de Oro zapateril va a producir sus Anacreontes y sus Horacios? ¿Quién, si no, será capaz de leer el artículo de Rodríguez y Persson sobre la igualdad? “¡Hay que ver qué vergüenza!”, insisten los progres, que acabarán por meterles a sus hijos la nariz en las anginas para descubrir si han ido al botellón a cogerse un pedo revolucionario. (Un pedo de centurión provocó el definitivo levantamiento judío en Palestina.) Antiguamente, el vino fue un dios. Del vino surgió el teatro. El vino, dice Ortega, es un problema cósmico. Los progres, en cambio, creen que, teniendo un Gobierno de progreso como el que nos manda, el único problema cósmico es “Brokeback Mountain”, y acuden a verla con la misma devoción estrábica que Goytisolo miraba a Sartre –¿y a quién miraría Sartre?– cuando lo sacaba de la siesta para que le firmara una botella de Chinchón para Cela. ¡Pum, pum! ¡Que viene, que viene! El botellón, claro. Y el delegado del Gobierno, sin los “Apache” que tiene solicitados para el “¡se me disuelvan, coño!” de su elevado oficio. Mientras llegan los “Apache”, y coincidiendo con el Día de la Mujer, a modo de homenaje, el Gobierno ha rebajado la estatura mínima de la mujer para ser policía o guardia civil. “Da mihi potum!”
