Francisco Javier Gómez Izquierdo
Ando por la Demanda lejos de las novedades del Málaga-Córdoba, pero he visto el partido con el hijo en un ordenador con poca cobertura en el móvil. El hijo ha despotricado y saltado de la silla como si estuviera en El Arcángel y es que ahora el aficionado está condenado a padecer arbitrajes insólitos. Si además a uno de los trencillas lo distinguen como primus inter pares y le adjudican un derby andaluz, siendo del colegio andaluz, cosa que no parece mal al aficionado y al hombre no le cabe el ego en el cuerpo y decide "que van a ver éstos de lo que es capaz Manuel Jesús Orellana Cid"... pues se calza el careto más alucinado de su repertorio, bracea como guardia antiguo de circulación, parlotea a lo Mateu y en un arrebato como de orate entre riscos despeña un partido que transcurría disputado, emocionante, con 0-0, expulsando al defensa cordobés Albarrán... yo creo que para que los de la tele le enfocaran a el. La roja no se puede explicar pero Orellana y el VAR conferenciaron con muchos gestos y poses del árbitro sevillí, que decidió no ver la jugada y mantener la expulsión. A partir de ahí las cámaras buscaban, cotillas, los visajes actoriles del árbitro.
Cuando el excordobesista Jáuregui marcó lo que parecía el 2-1, los manejantes del VAR y Orellana Cid acapararon durante ¡yo qué sé los minutos! ¡muchos! la televisión y decidieron lucirse en plan revolucionario e inventaron un fuera de juego que no cabe en cabeza humana. Toda explicación -vendrán muchas- de la anulación del gol es tomar por tonto al aficionado.
El gol es un remate del malaguista Jáuregui a pase de Carlos Isaac, defensa cordobés. El VAR presumió en plan petimetre tiquismiquis y llamó a D. Manuel a glosar la norma del "orsay" durante casi diez minutos y decidieron a favor de mi Córdoba tras horrorosa interpretación que servidor considera sacrílega.
Luego hubo otro golazo que valió el 2-1 (el joven Rafa Rodríguez tiene que ser titular en el Málaga grande).. y en el ¡¡¡¡¡minuto 102!!!!! empató el Córdoba para dejar claro que los partidos de segunda son paladas de emoción. Sí, imprecisiones, fallos... pero emoción al fin.
Mi chico ha cantado el final como si se ganara un título.