Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La Nación que una vez retó a Inglaterra con la Armada Invencible mira hoy al mundo desde el palo de mesana (ni siquiera el de trinquete) de la Flotilla de “llauts” capitaneada políticamente por Ada Colau, que por algo guarda cierto parecido con el Cristóbal Colón de la estatua barcelonesa donde vivían de “okupas” Blasillo y el Buitre Buitáker de Gallardo.
España pertenece a la Coalición de los Dispuestos a conquistar Rusia, aunque todavía no parece decidido quién será ahora nuestro Muñoz Grandes, el general que en el 41 partió, no hacia Gaza, donde los cómicos de la Flotilla sabían que serían salvados de las aguas como Moisés en su cestito, sino hacía Leningrado, y con Luis Ciges y Luis García Berlanga. Al final será lo que ordene Macron, que sólo sabe de Napoleón por los cuadros de Jacques-Louis David.
Madame de Staël (nada que ver con Brigitte Marie-Claude Trogneux) cuenta cómo una tarde Bonaparte le habló a Barras, jefazo del Directorio, de su ascendiente sobre los pueblos italianos, que habían querido hacerle rey de Italia. “Pero no pienso en nada semejante en país alguno”, aclaró. Barras le contestó que hacía bien en no pensar en ello para Francia, porque el Directorio lo enviaría al Temple. Bonaparte, que estaba sentado en un canapé con Barras, se levantó y se precipitó hacia la chimenea incapaz de dominar su irritación, pero luego, dice Madame, retomando una calma aparente como sólo los habitantes del sur son capaces de hacer, declaró que quería que se le encargase una misión militar. El Directorio le propuso la invasión de Inglaterra.
—El general fue a reconocer sus costas y, viendo que aquella expedición era imposible, regresó decidido a intentar la conquista de Egipto.
Macron no es Barras, y su apuesto general Pierre Schill no es Napoleón, así que no han ido a reconocer las fronteras de Rusia, razón por la cual tenemos a toda Europa haciendo el gilipollas, como esos borrachos faltones entretenidos en buscar pelea en el bar. Curtis Yarvin recuerda que Maistre interpretó la Revolución Francesa como un castigo divino a los liberales decadentes que la propiciaron y a los conservadores débiles que incumplieron su deber de oponerse a ella. “The Guardian” adelanta un extracto de las memorias otanejas de Stoltenberg (“On my watch”) que parecen un resumen de la “Historia de la incompetencia militar” de Geoffrey Regan. Sus confesiones deberían subtitularse “Bailando con Trump”, un personaje cuya segunda revolución, al decir de Yarvin, al igual que la primera, está fracasando: “Está fracasando porque se lo merece. Está fracasando porque se pasa el tiempo dándose palmaditas en la espalda”. Y dado que la venganza infligida tras su fracaso eclipsará la venganza posterior a 2020 (dado que los éxitos de la segunda revolución son mucho mayores que los de la primera), “creo que personalmente debo empezar a pensar de forma realista en cómo huir del país”.
La cosa es adónde.
[Martes, 7 de Octubre]
