Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Vivimos, dice Erriguel (“Pensar lo que más les duele”), la época más piadosa, mojigata y santurrona de la historia: tiempos hipermorales, de un moralismo pomposo y empachoso, sermoneado desde cien mil sacristías laicas e impuesto a golpe de lapidaciones mediáticas y digitales.
–En esta era de bovina aquiescencia a todo lo que el Imperio del Bien y sus doctores en Derechos Humanos tengan a bien prescribirnos, el recurso a la blasfemia se configura como un imperativo ético.
Y la auténtica blasfemia, para Erriguel, consiste en romper el marco, en situarse en la perspectiva del “no creyente”, en “pensar como más les duele”.
Para una época en que pelanas de una flotilla rescatada por Israel (donde viajaban “arrantzales” de una cofradía que tuvo a Ortega Lara dos años metido en un retrete) denuncian haber sido torturados en “un campo de concentración entre Guantánamo y Auschwitz”, los americanos decidieron activar lo que Erriguel llama la “opción Joker”, que deviene en arquetipo de nuestro tiempo (en el sentido en que para Jünger el “Trabajador”, el “Rebelde” y el “Anarca” sintetizaban el espíritu de una época). En noviembre de 2016, Trump simplemente era “lo más divertido”: la risa y el llanto, el llanto y la risa fundidos en un momento mágico, jocoso e irrepetible (2024 es continuación, no repetición).
Vivimos en la era del “big data” y de la siliconización del mundo, la del Gestell globalizador (al fondo, la dentadura del Gato de Cheshire: el neoliberalismo risón): un pensamiento único para un mercado único, sin fronteras; una “gobernanza” que abarcará todo el planeta.
–Por eso, cada vez que algún cataclismo imprevisto le pone la zancadilla a este proyecto, se escucha la carcajada del Joker.
La risa del Joker, avisa Erriguel, no es la risa del “Homo Festivus”, risa de bebé feliz dentro de un festivismo organizado, de una “sana alegría”, una alegría respetable, el famoso “respetez joie” de un político francés, y aquí salta Muray: “¿Y por qué habría que ‘respetar la alegría’? Antes se respetaba la pena, el dolor, las conveniencias, las tradiciones, las leyes o el sueño de los vecinos. Ahora se pretende que ‘respetemos la alegría’.”
–En el Tarot, el Joker representa el “cero”, el borrón y cuenta nueva, la vuelta al casillero de salida.
Mientras Trump, el gran Joker, gestor de una deuda impagable, agita el cubilete con el garbanzo del cambiazo del dólar por el bitcoin (el prestigioso NYT, Pulitzer por su invento del “Rusiagate”, grazna ahora por una empresa de criptomonedas de Witkoff y los Trump llamada World Liberty Financial), la España sanchista, que tampoco podrá pagar la suya, acude al mercado con sus propios criptoactivos (“chistorras”, “soles” y “lechugas” de Casa Koldo), que aquí todo es casero. Y de estrambote, el Nobel de la Paz: Trump pone sobre la mesa Ucrania, Irán y Venezuela. Pero Sánchez cuenta con el “Boga, boga” (versión “Delirium Tremens”) de la Flotilla.
[Viernes, 10 de Octubre]
