Hughes
Pura Golosina Deportiva
En el once de salida del Madrid una bonita sorpresa. La presencia de Camavinga significaba hacer más serio el mediocampo, más corpóreo el equipo sin afectar la “estructura” inicial. Tchouaméni de viga, Güler por dentro, Belingham por delante y el otro puesto, el cuarto Beatle, ni para Rodrygo, ni para Brahim, ni para Mastantuono: Camavinga, que bien podría ser Valverde en el futuro (hoy de lateral), devolviéndolo todo al inicio, pues ahí, de volante por la derecha, jugador atrapalotodo, apareció Valverde complementado los tres medios. Es, y perdón por el rollo, el cuarto centrocampista, una condición necesaria para ganar.
Madrid con sol, pero el partido era una “noche grande” aun siendo mediodía. ¿Nos cambiará el Madrid los biorritmos? Entre el cambio de hora, el estadio ‘nocturno’ y lo poquito que he dormido, durante momentos perdí la noción del tiempo.
Todo en el Madrid es ya una Gran Noche.
En el palco estaba Florentino, seco, y Laporta, gordito. Dos estilos. El enjuto castellano ascendente, el jocundo mediterráneo. Al lado, Ayuso en jeans.
El partido salió agitadísimo y en el minuto 2 hubo un penalti a Vinicius, un supuesto penalti, que dirían en El País, que Soto Grado pitó de primeras pero luego anuló tras la llamada del VAR (los varicuetos). Tras la anulación, y la celebración extática del gol, cundió un vacío grande. La euforia es malísima después.
El no penalti había sido mérito de Vinicius, que salió como nunca. Es el Vinicius 2.0, lo que prometió, el Vinicius eufarei. Yo no sé por qué, pero cuando lo veo así me acuerdo de los Detroit Pistons.
En el Barça quiso contestar Lamine con su tiro más visto que la charito, su tiro-charito, explotadísimo con... ¿cuántos años tiene Lamine? Iba a poner 20 pero quizás sean 17. Me da la sensación de que descumple.
Los escritores decadentes iban a por el morito porque el morito además de ser morito ¡es que es morito muchos años!
El Madrid estaba pensado. Bellingham aparecía cubriendo la banda derecha en defensa. Había eso que se llama compromiso alrededor de un 4-4-2, con Vini y Mbappé arriba, a distintas alturas.
Y la presión daba resultados. En el minuto 11, Mbappé marcó con un golazo que era tan bueno que desde el principio se dudó de que pasara el “control de legalidad”. Fue un robo de Güler a Fermín, que tiene toda la cura de un culé no étnico. Mbappé dejó que la pelota votara dos veces y enganchó una volea que en realidad incorporaba el miedo al VAR: no quería hacer nada, sólo cogerla y pum. Un remate muy espectacular pero minimalista.
Y algo sabía porque al poco, Soto Grado estaba ya al aparato. Funcionó la tecnología: del pinganillo al VAR, y gol anulado por fuera de juego. En el palco, Laporta ponía cara de inocente, como de monaguillo, única salida facial posible.
“Esperaremos a ver esas líneas”, dijo el locutor, y esperamos bastante hasta ver, minutos después, una cosa ridícula y milimétrica. “A ver esas líneas” es una frase muy del momento y EstaEspaña.
El Madrid convirtió el negreirato y la rabia en presión arriba, muy mejorada por Camavinga. Arda Güler era Guli contra los chiquis de La Masía y maqueleleaba de lo lindo.
Carreras pasó de estar nefasto a azaroso e irregular. Cuanto más arriba, mejor porque ‘encima’ bien en la presión. Perdía demasiados balones, tantos como un extremo (”no eres tan bueno para perder tantos balones”) y el Barcelona hacía ‘aclarados’ para que fuera él quien la subiera. Con todo, ¿no participó en anular a Lamine o venía ya anulado?
Él y Huijsen mejoraron. Superaron lo del Metropolitano.
Aunque en la derecha estaba Camavinga, por allí apareció Bellingham, controló, se dio una vuelta entera y muy rápido sacó un pase al hueco para la carrera de Mbappé, que fusiló con una precisión poco humana.
Bellingham volvió, pero pasó algo más importante. Alonso encontraba algo, estaba pariendo algo. Camavinga, que llegó a jugar de lateral zurdo, abría ahora la banda por la derecha, y por allí aparecía también Bellingham, que por fin irrumpió como mediapunta derecho. Si Güler ha de centrarse y en general todo tiende a la izquierda, que apareciera por la parte derecha de la mediapunta fue una gran novedad.
¿No era eso un sacrificio táctico de Bellingham?
Esto es una gran noticia para la formación del mediocampo. El Madrid, si uno lo miraba bien, estaba hecho de reconversiones: Valverde de lateral, Camavinga de extremo diestro, Bellingham un poco a la derecha, Güler defendiendo... Jugadores evolucionados, en puestos o sitios de llegada para la formación orgánica de un mediocampo. Se vio por vez primera la obra de Alonso: la elevación de una arquitectura mediocampista, ¡aquí estará su gloria! Y esa gloria asomó el andamio contra el Barcelona.
Porque la delantera ya está afilada y engranada. Se ha fichado en la defensa y atrás esta Courtois. Lo que falta está en la media y ahí Alonso enseñó ya una maqueta convincente.
Hubo una ocasión de Huijsen, que se suma al ataque (restándose a la defensa) con una facilidad que no puede evitar.
El Madrid presionaba mucho y muy arriba y se le dibujaba el tridente, los tres cracks, pero ya de otra forma. Alonso estaba haciendo del tridente virtud.
Cuando mejor estaba el Madrid, cometió un error. El partido era exposición de contrapresiones sucesivas y cuando le tocó hacerlo al Barcelona, el Madrid se lió en la salida. Fue Güler, en el sitio del 5, donde no puede fallar si ha de llevar la manija, pero falló. Lo aprovechó Fermín.
El Madrid se pudo ir medio depresivo al descanso pero pronto lo remedió con una jugada de Vinicius que en realidad fueron dos, incontenible en ambas. primero en una contra en la que Fermín se tuvo que agarrar para pararlo, y aun así,,, Y luego, yéndose de extremo, centrando muy alta la pelota para que bajara con nieve (¡pero de la navideña!), peinara Militao (Huijsen por ahí) y rematara Bellingham con el mínimo hacer porque todo su mérito consistía en estar, en haber llegado, de nuevo haciendo de nueve puro, como si en el reparto de tareas le hubiera tocado hacer las tareas del 9 clásico: ser un poco interior, un poco mediapunta, un poco nueve...
Con tanto VAR, había mucho miedo a celebrar el gol, pero valió. Ahora no es gol del todo hasta que saca el rival.
Vinicius no es que volviera (no se había ido) es que estuvo mejor que nunca. En esos minutos ‘pesaba’ en el campo más que nadie: Jude, Mbappé, Lamine... la fuerza de la naturaleza era él.
El pressing alto del Madrid era una cosa loca. En realidad, ese gegenpressing es madridismo, es madridismo que los alemanes quisieron imitar. Es espíritu español hecho filosofía alemana. Es sistematizar el Madrid de las remontadas, racionalizando su apasionado Vietnam presionante. Por eso, la presión alta hay que empezar a verla como algo propiamente madridista, más del Madrid que de nadie, y como una forma de entrenar el frenesí. O sea, es otra forma de llegar a lo mismo. Tras la vía estocástica, la vía agonista, la vía milagrera y la vía suicida, el Madrid quiere hacerlo metódico y sostenible. Vimos ya la obra de Xabi Alonso. ¡Yo siempre creí!
(Esto de acertar siempre, de verlo todo antes, de mirar con rayos X... ¡cuánta soledad da!)
(La enloquecida vanidad era una forma de recuperar el ánimo tras la devastación circadiana del domingo).
Tanta era la presión que en algún momento ya no se sabía lo que era correr raulista y correr presionante. Eso le pasaba a Vinicius. Se mezclaba la ética chamartinera con la teórica del míster. Se comunicaban, se hacían uno, ¡por eso se vio que, en realidad, era todo madridismo! Vinicius enseñó el vaso comunicante.
Así llegó al descanso: todo estaba ya entrevisto.
Cuando Arda parecía en el centro, todo se hacía con sentido y no solo con sentido, que eso ya sería una vulgaridad: se hacía con exacta suavidad, y esa exactitud producía un placer estético. Lo que sienten los morantistas lo sentía yo, y hacía “aaahhhhgg” y añadía “oooohhggs” sobrecogidos pero callando, para mí. Esa posición de Güler no sólo produce sentido y belleza, produce orden. Alrededor de él, de su impepinable estar ahí, se colocan los demás.
Vimos que las alocadas ruletas de Camavinga servían para algo: para la banda derecha. Tras ‘irsen’ así, Bellingham logró las manos de Eric García, manos muy claras porque estaba subiendo el brazo, aunque se tuvieron que debatir mucho en el VAR. Todos en el campo y en la grada hacían el mismo gesto de pedir mano, un gesto que estaba entre pedir una trasfusión y el corte de manga.
El penalti lo tiró Mbappé y se lo pararon. Eso sigue sin estar resuelto. ¿Y si los tirara Güler?
Se vio que Camavinga en la derecha mejoraba la presión, que a veces pedía y dirigía él. Fue un hallazgo completo. Fue una genialidad de Alonso que nos abrió un cielo y desgarró por fin el velo incomprensible que limitaba al mediocampo.
La presión alta partía un poco al equipo, pero de un modo distinto y virtuoso. Se partía para mejor. Seis arriba, uno entre medias y el resto esperando el saque largo.
El Barça era Fermín y luego fue mejorando colectivamente. Quizás el Madrid se cansaba. Los cambios eran necesarios pero no era aun el momento. Lo primero fue sacar a Güler por Brahim, y la gente, mientras aplaudía a Güler, ponía cara de cavilación. Las posesiones fueron más cortas, y Alonso sacó a Vinicius, que ya es Lola Flores y se fue directo al vestuario montando un número.
Pero los cambios le sentaron bien al Madrid, se ordenó mejor en el 4-4-2 defensivo y pudo marcar varias veces por Mbappé o Rodrygo. Y aun estuvo mejor cuando se fueron Bellingham y Mbappé y sólo quedaron currantes y escurridizos bajitos.
Alonso estaba dando otro muletazo de entrenador.
El Madrid llevaba un año y medio recibiendo humillaciones de cada equipo top-15 que se encontraba. Esto se acabó. Además, le dio al Barcelona una lección de fútbol moderno. Porque a modernos tampoco nos gana ya nadie.
