viernes, 5 de septiembre de 2025

Un lex-shop a cielo abierto


Philippe Muray


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Los tres imperietes que promueven por poderes la Cruzada por la Conversión de Rusia (anglos, francos y germanos juntos para una Operación Barbarroja en 2029) han anunciado ya la quiebra técnica de sus prestigiosos Estados del Bienestar, aun contando con apropiarse de los activos rusos, como prescribe el neoliberalismo rampante, se ve que para atraer los dineros de algún despistado que dé por sentada la seguridad jurídica en el cacareado Estado de Derecho, ese pleonasmo fundante de la “patocracia bioleninista” en la que chapoteamos.


España, en cambio, está exenta de la quiebra de su Estado del Bienestar “porque lo garantiza la Constitución”, gracias al “vivaz espíritu jurídico” del español, si bien Albornoz nunca acabó de explicarse el contraste entre nuestra “prolífica devoción legislativa” y nuestro “desdén por el cumplimiento de la ley”.


Inglaterra no tiene Constitución (escrita). Alemania, sí, aunque no es Constitución, sino Ley Fundamental, redactada bajo ocupación militar. Constitución, pues, sólo tiene Francia, y eso porque De Gaulle copió (mal) la de los Founding Fathers. A España le hicieron copiar la de Alemania, por la mano de un ingeniero agrónomo y de un director teatral, que incurrieron en lo que luego María Soraya, abogada del Estado, como Almeida, llamó… “vacíos legales”. Mariano, su jefe, no podía investirse por el “vacío legal” de los plazos, y con audacia pucelana invitó María Soraya a los letrados de las Cortes “a llenarlo”, con lo cual convirtió a los tales letrados ni más ni menos que en poder constituyente, para regocijo de Trevijano, que se reía con estos disparates.


¿Es concebible un vacío legal en las reglas del ajedrez?


La naturaleza humana contemporánea tiene horror al vacío jurídico, avisaba con sorna, ¡en el 92!, Philippe Muray, el Goya de esta gran familia de Carlos IV que es la Unión Europea: en Bruselas, decía, siniestros desconocidos preparan la Europa de los reglamentos. ¡Hay que llenar el vacío jurídico! Éste es el nuevo grito de guerra del viejo mundo rejuvenecido por la transmisión integral de sus elementos a través del cubo de basura mediática definitivo. ¡La marcha implacable de nuestras sociedades al paso de la Ley! ¡Dura lex, sed tex! Hay veladas en que la tele, para quien la mira con la debida repugnancia, parece una suerte de foro de leyes. Es la marcha de los reglamentos. Un lex-shop a cielo abierto. Cada uno se descuelga con su borrador de decreto. Hacer un debate sobre lo que sea es descubrir un vacío jurídico. La conclusión es hallada de antemano. “¡Hay un vacío jurídico!” ¡Llenemos! ¡Llenemos! ¡Llenemos aún! ¡Tomemos medidas! ¡Legislemos! El sueño consiste claramente en acabar por prohibir poco a poco, y suavemente, todo aquello que no esté aún absolutamente muerto. “¡Hay que llenar el vacío jurídico!” Es la era del vacío, pero jurídico.


¿Qué escritor escapará del zoológico legalitario para describir sus infamias?


[Viernes, 29 de Agosto]