sábado, 27 de septiembre de 2025

Autocandidato



Hans Kung


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


No soy de voto, y por tanto el lector sabrá agradecer el esfuerzo que para uno supone seguir la politiquilla electoral, donde todo lo que vuela es ave de corral. Leo que el socialismo madrileño ha presentado en Vistalegre sus reales: “¡Madrid dejará de ser la última trinchera de las políticas del rencor, la confrontación y las mentiras, de la sotana rancia, el ladrillo especulativo y la insolidaridad!” Sí, parece una embestida de Hans Kung, pero sólo se trata de otro intento de llamar la atención por parte de Simancas sobre un cajón de gaseosas. Tras del cajón de gaseosas, al estilo en que Groucho repetía lo de “¡y dos huevos duros!”, la Trini: “¡Gallardón arranca árboles y planta parquímetros!” Madrid empieza a oler a elecciones, y salen estas setas. ¿Qué le debe Madrid al socialismo madrileño? En los tres últimos años, el socialismo madrileño ha hecho por Madrid lo siguiente: ir y venir a Bruselas para conseguir reventar la financiación de la empresa constructora del Metro; ir y venir a Bruselas con rampojos del Manzanares para intentar paralizar “ecológicamente” las obras de la M-30; paralizar por huevos la construcción de las carreteras del Norte; pisar mierdas de lince en los pantanos donde nunca hubo linces –a esta labor se prestó un supuesto profesor Cuspius al que la modestia le impide dejarse retratar– a fin de paralizar la construcción de la carretera de los pantanos... Y por tamaños logros, la mitad de los votantes madrileños, reconocidos, manifiestan su intención de votar las candidaturas de estos filántropos de la lucha de clases. ¿Masoquismo? No, señor. Ganas de explotar en nación. La mitad de Madrid quiere ser Nación, razón por la cual la mitad de Madrid va a votar a Simancas, fundador de naciones, como Alejandro el Bicorne. La mitad, menos uno, claro, porque Simancas, el autocandidato socialista, es la mejor garantía de reelección que abriga Esperanza Aguirre. Hay otra esperanza, y es que ese uno de la mitad menos uno caiga enfermo el día de la votación y salga, en efecto, Simancas. ¿Qué pasaría? Pues que habría nacido la nación “Viva-Madrid-que-es-mi-pueblo” y nosotros seríamos los “viva-madrid-que-es-mi-pueblerinos”.