miércoles, 17 de septiembre de 2025

Apagones


  Ricardo Izecson dos Santos Leite, Kaká


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Los apagones son, se pongan ustedes como se pongan, el síntoma de la modernidad. Es lo malo de vivir en un país en el que ya no caben más adelantos: pones la ducha y, ¡zas!, adiós la luz. Los apagones funden los electrodomésticos, sobre todo si son digitales, es decir, caros, y esto produce automáticamente un aumento de la demanda. A esta cadena imparable se la conoce con el nombre de progreso. En Madrid el progreso va tan rápido que no se puede uno encariñar con la lavadora. Para ralentizar un poco este progreso, por si hubiera gente que se quisiera apear, el Ayuntamiento va a retirar las cruces luminosas de las farmacias. Al parecer, tantas cruces encendidas son carne que se echa sobre el apagón, y no es plan. ¿Cómo sabremos, entonces, dónde hay una farmacia? Por el olor. Las farmacias tienen un olor especial, y sólo hay que rastrearlo. También se puede coger a un yonqui y seguirlo. Es más latoso que la cruz iluminada, pero es que la cruz queda de un rancio que no pega nada con una capital tan próspera como Madrid, que cuenta las horas por apagones. Esta cultura del apagón se ha instalado incluso en el Madrid, cuyo presidente interino llegó al cargo prometiendo a Kaká, Cesc y Robben y todo lo que va a traer es a Cannavaro, Emerson y Zambrota, que tienen más años que una bandada de loros. ¡Rejuvenecer y españolizar! Ése fue el grito opositor al florentinato. ¿Rejuvenecer? Ahí están los tres picapedreros juventinos. ¿Españolizar? Ahí tienen a un serbio dirigiendo la política deportiva y a un italiano que viene de hacer desaparecer a la vieja Juventus entrenando al primer club del mundo. Españolizar. Rejuvenecer. Y los votos por correo sin contar. Así es ese mundo de melones que rodea a la industria del fútbol, que, como las demás industrias, vive de los apagones. El apagón electoral hace posible el progreso del Madrid. El apagón eléctrico hace imparable el progreso de los electrodomésticos, porque, no sé ustedes, pero yo, en lo que va de mañana, llevo ya un lavavajillas. Como no se enciende, llamo al técnico. “Será el apagón”, me dice. “No, ya ha venido la luz.” “Entonces es que se le ha fundido la placa. Me debe usted cincuenta euros por la consulta.” Tampoco es tanto. ¿No piden cincuenta millones por Kaká?