sábado, 16 de agosto de 2025

Accidentes


El concejal Calvo


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Los guardias municipales podrán prevenir e investigar los accidentes laborales, y esto ha sido presentado por el alcalde como una gran conquista ciudadana. Cualquiera sabe. Por lo que uno tiene vivido, si estuviera en un andamio y diera un traspié, lo último que le gustaría encontrarse al llegar al suelo sería a un guardia de los del concejal Calvo. Manías mías. ¿No notó Quevedo en “El mundo por de dentro” que no había cosa que creciera tanto en tan poco tiempo como culpa en poder de escribano? Pues uno también ha notado que no hay nada que crezca tanto en tan poco tiempo como culpa en poder de un guardia del concejal Calvo. Ni qué decir tiene que, en lo que puedo, procuro evitarme accidentes, para lo cual no hay nada como renunciar a la osadía y poner de nuestra parte todo para que triunfen “el instinto de conservación, el temor, la prudencia, el coro venerable de las virtudes antiheroicas”... Si, aun así, y con la medalla de Santa Gema en el pecho, uno acabara en el suelo, una vez allí, antes que a un guardia municipal, le gustaría encontrarse a la china de “Anatomía de Grey” o al mismísimo doctor House con una aguja del tamaño de su bastón en lo alto y dispuesto a practicarme una punción lumbar. “¡Hummm! Me encanta el olor a pus por la mañana. ¡Huele a victoria!” Manías del doctor House. Volviendo a las mías, me pregunto, además, quién va a perseguir a los chavales que patinan, si destinan a los guardias a la prevención e investigación de los accidentes. A los ojos municipales, esos chavales son un andancio antisocial, y hay que detenerlos. El concejal de Salamanca tiene el distrito como tenía mi abuela el pasillo cuando puso el “pinky”: con dos trapos para los pies en la puerta sobre los cuales las visitas tenían que arrastrarse, si querían entrar a la casa. El concejal de Salamanca no tiene trapos –tampoco tiene “pinky”–, sino guardias, y, chaval que asoma con una tabla, chaval que se expone a un disgusto policial. Lo malo de los chavales es que ven cómo tratan al Chapote o al Bilbao en la tele y luego ellos esperan, no vamos a decir que un mejor trato –¡el Estado de Derecho prohíbe el privilegio!–, pero, al menos, sí el mismo. Inocentes.