San Benito, de Oscar Martín
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Caminar, comer, dormir, leer. Tales son las tareas del jubilado; del viejo que galopa hacia la senectud. A semejantes menesteres me he aplicado con entusiasmo estas últimas cuatro semanas en la Demanda y he comprobado que no es lo mismo practicarlos en mi Sierra que en Córdoba, donde he vuelto y he sido acogido con el ardor acostumbrado en la estación por su célebre "caló".
En el pueblo preparaba rutas, almuerzos, apilaba rimeritos de leña y alternaba a base de riberas. Recordaba con los quintos los capones de D. Eutimio, el cura que aún vive, o las desmesuras motorizadas del maestro "Botiquín".
Ya en Córdoba, con el tele berreando mientras tomo el con leche donde Antonio, me doy cuenta de que la vida en mi pueblo sigue siendo de personas normales. Los jubilados, casi todos, riegan los huertos, y los escasos en activo, bajan a la fábrica de Salas, pero todos evitan la tele, y a Raquel la de la cantina, no se le ocurre encenderla. Tengo el privilegio de poder pasar el tiempo que me apetezca en la Demanda. Lo haría, pero me debo a obligaciones y compromisos de las personas normales y nunca se me ha pasado por la cabeza ejercer de egoísta y salir con un "apañaos, que me voy". Soy un tipo normal, educado por personas normales hasta que fui a la mili. Luego procuró aprender algo en los libros de leer. Aquellas personas eran sensatas y tenían el monte, el agua, el pan, la espiritualidad y la educación como principios indiscutibles. Sin gritos, sin alardes, sin chulerías y sobre todo lejos del retorcimiento perverso en el que uno repara cuando llega a la ciudad y escucha telediarios.
¿Sabe usted la paz que uno siente escuchando el canto de los monjes de Silos? Por casualidad coincidimos con vísperas solemnes (el abad con báculo y mitra) una veintena de, más que fieles, curiosos, que escuchamos con respeto sus rezos gregorianos en la iglesia de San Sebastián donde suele concluir el oficio religioso cada día, y nos sobrecogimos ante la inesperada solemnidad cantada alrededor del incomparable claustro en procesión, trasladándonos a una atmósfera totalmente medieval en compañía de los monjes. Casualidad de semejantes vísperas por la fecha, que si se está atento al santoral se puede disfrutar, por ejemplo el día 11 de Julio, San Benito, fecha en la que el escultor de barba valleinclanesca, Óscar Martín, plantó este 2025 la imagen del fundador benedictino al comienzo del Espolón frente a la Diputación de Burgos.
¿Es sólo sensación mía o cada vez son menos las personas que se comportan con normalidad?
"Y la de gente que se monta en los aviones..", me dijo el nonagenario Leonis, abrochándose la rebeca al atardecer.


