viernes, 25 de julio de 2025

El gran carnaval



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


A través de ese ojete orwelliano que es su TV, el Régimen atiza en Torre Pacheco un gran carnaval (“Ace in the Hole”, antes de “The Big Carnival”), que es su homenaje a Billy Wilder para distraer de la independencia de Cataluña, ahora que la Constitución está, en lenguaje saunero, “que no tiene el c… para ruidos”. En el manual de la magia se dice que el mago sólo tiene que asegurarse de que el público dirija su atención a un determinado punto del escenario, y el cerebro del espectador se encargará de suprimir todo lo demás. Vito Quiles en Torre Pacheco no es, como nos venden, Chuck Tatum (Kirk Douglas) en Los Barios, pero tu cerebro es el ayudante del mago, que es el gobierno.


¿La independencia catalana, dice usted? La independencia catalana no es federal ni confederal (para los periodistas son términos sinónimos). Es… catalana. Aznar (el Aznarín de Umbral, para los nuevos) entregó la Educación porque necesitaba los votos de Pujol (de estadista a estadista) y Sánchez entrega la Hacienda porque necesita los votos de Puigdemont (de pícaro a pícaro), y hasta el Barça tendrá que inscribir al portero Joan García, quien, según la doctrina Uribes, un loco del rabo de toro de Casa Salvador, “tiene derecho a jugar”.


La independencia catalana (la buena, la de las perras, que es la definitiva), tampoco es cosa que importe mucho al españolejo. Después de todo, la unidad de España era un deseo franquista, y hasta ahí podíamos llegar. “Franco me cogió la mano y me pidió que preservara la unidad de España”, confiesa el Rey emérito en un documental de la TV del Régimen. No será tan buena la unidad nacional cuando eso fue precisamente lo que Yeltsin pidió en su lecho de muerte a Putin, que preservara la integridad de Rusia, y bien sabemos todos cómo son los rusos de iliberales.


Y a todo esto ¿qué dice el periodismo ético? Bertrand Russell cree que, desde un punto de vista causal, nuestra ética es un efecto de nuestras acciones y no viceversa: en vez de practicar lo que predicamos, nos parece más conveniente predicar lo que practicamos. ¿Es ético atacar políticamente al sanchismo por el flanco familiar de las saunas (Maika, Princesa, Castellana…, que suenan a nombres de mulas de arrastre en Las Ventas)? La “Ética” de Aristóteles, para quien la veracidad es un justo medio entre la jactancia y la falsa modestia, él sabría por qué, apela a la respetable edad madura, razón por la cual los periodistas provectos, lejos ya de la juvenil fogosidad de los Vito Quiles, equiparan la situación de Sánchez a la de Gladstone, el “recurrente primer ministro” liberal que estuvo a punto de arruinar su carrera porque una noche, al volver a casa desde el Parlamento, fue visto hablando con prostitutas, pero consiguió demostrar que sólo pretendía abordarlas para saber si podía ayudar a una mujer a redimirse de su esclavitud sexual.


La aceptación resignada de lo aceptable, nos dice Barzun, está en el ánimo del Realismo.


[Viernes, 18 de Julio]