lunes, 26 de mayo de 2025

Feria de San Isidro. Muy gallardos fuenteymbros para un mano a mano de Romanes, y verónica de Curro Díaz al fondo. Márquez & Moore


La verónica de Curro Díaz



JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Después de los pasados sinsabores vividos en días pasados de esta penosa Feria de San Isidro hoy ha vuelto el toro al ruedo de Las Ventas de la mano de este Fuente Ymbro, que echa más toros en Madrid que en ningún otro sitio. El programa de mano nos aclara que el pasado año fueron doce los novillos y otros doce los toros que soltó Fuente Ymbro en Las Ventas, que es ya casi como una prolongación del cortijo «Los Romerales» para el señor Gallardo, don Ricardo. En lo que va de Feria, el pasado día 11 ya tuvimos a Fuente Ymbro, ese día en su versión menos atractiva, con dos toros expulsados y uno interesante en la muleta que fue desperdiciado por Perera. Hoy, empezando por el principio, el señor Gallardo ha traído seis galanes de óptima presentación. Chocaba recordar la redada de un after-hour que nos presentó en el día de ayer don Juan Pedro Domecq como corrida de toros,  si la comparamos con la excelente presencia de los seis toros de Fuente Ymbro que hoy han saltado al ruedo de Las Ventas, siendo varios de ellos recibidos con aplausos por parte de la afición.


Lo que es perfectamente controlable por el ganadero es el aspecto de sus reses, por eso el que trae una garulla en lugar de un encierro es un pésimo ganadero, porque lo que los toros lleven dentro es un misterio que no hay libro ni reata que pueda desentrañar con certeza a priori, pero lo externo es evidente. En ese sentido, un 10 a don Ricardo por los seis apuestos mozos que mandó a Madrid. Y, como antes se dijo, lo del juego es ya otra cosa, que hoy hubo de todo, desde el mansurrón hasta el que galopó con brío buscando el trapo encarnado, desde el que presentó sus dificultades y no dio facilidades al que regaló francas embestidas. La cosa salió de perlas, dado que además los dos toros de más fundamento fueron los que salieron en quinto y sexto lugar, con lo que se consiguió que la tarde fuera a más. El ganado hizo lo que debía, o lo que de él se espera, que es crear sus dificultades y mostrar su genio y, también, dar algunas asistencias en favor de los toreros, especialmente cuando hicieron las cosas de manera más ortodoxa.


Para entretenernos en la tarde del domingo los estrategas de Plaza1 organizaron la corrida poniendo en el cartel los nombres de Curro Díaz, Román Collado y el mejicano Diego San Román, que venía a confirmar la alternativa que recibió en Ciudad de Méjico de manos de Antonio Ferrera, el Morante de los pobres, con José Antonio Morante, el Morante auténtico, de testigo, en diciembre de 2021.

 

Con Curro Díaz vamos a terminar pronto, y así no aburrimos a la parroquia. Íbamos a ver si Curro nos daba una verónica y una trincherilla y eso es lo que, justamente, nos dio el de Linares, primero la verónica, captada perfectamente por el objetivo de Andrew Moore, y después la trincherilla que hizo bramar un ronco ¡bieeeennn! a Las Ventas. No hubo más. A sus cincuenta años podemos considerar eso como suficiente. No obstante ahí van dos reparos estéticos al veterano torero: uno es el vestido rosa, que no le pegaba nada, que uno se le imagina vestido de tabaco o de gris plomo. El otro es respecto a los retratos de él que ponen en el programa de la corrida, que parece que las fotos se las hace uno que le odia con ahínco.

 

Diego San Román tiene una virtud, y ésta es que viene a confirmar la alternativa con muchas corridas a sus espaldas. Cuando estamos viendo cotidianamente a pobres muchachos que son echados a la trituradora de carne apenas con unas pocas novilladas, gusta que venga a confirmar un torero que ha podido cimentar su oficio y que no viene a Madrid a jugarse la carrera a las dos cartas de sus dos toros. Además nos hizo el guiño, que le agradecemos, de vestirse de Antoñete, de lila y oro. Su primer toro, el de la alternativa, se llamaba Infortunado, número 27, que era un tío, saludado con palmas al salir al ruedo, aunque luego demostró que lo que albergaba su alma era una mansedumbre de mucha intensidad, como se pudo comprobar en su pobre pelea en varas ante el Equigarcesaurio Rex de José María González. Gran quite por gaoneras del queretano. En banderillas el toro se movió sin dar la nota y llegó a la muleta del mejicano con una clara disyuntiva, que era la de hacer caso de la muleta o huir de ella. Quiso San Román principiar de rodillas con pase cambiado y al tercero se tuvo que levantar, que el toro apretaba lo suyo y acudía con violencia. Al principio, hasta que se le aclararon las ideas, el toro acudió a la muleta no sin protestar, violentamente, a base de cabezazos y derrotes y luego, rápidamente, empezó a marcar su tendencia a tirar hacia las tablas. El torero se empeñó en sacar agua de ese seco aljibe, a base de consentir y de arriesgarse. Faena demasiado larga en la que el toro ya sólo quiere tablas y no hay forma de sacarle de ahí. Diego San Román le receta una buena estocada con el toro paralelo a los tableros, que es igual a la que dio a un novillo de Fuente Ymbro, hace por ahora seis años, también en Las Ventas. Un aviso.


Su segundo toro fue el sexto, Judío, número 113, otro tío, castaño bragado, con dos pitones que eran dos árboles del Real Jardín Botánico. Pavorosa presencia, que recibe chicuelinas de saludo y una graciosa revolera. Deleznable tercio de varas a cargo de Eduardo Reyna, que no tiene bastante con el paquidermo sobre el que va montado, y como no se fía un pelo de lo que pueda pasar, con el toro ya arrancado gira su montura para recibir la acometida del toro con la anca derecha, para evitarse sustos. Muy mal picado. La faena de muleta es un toma y daca entre la emocionante agresividad del toro y las ganas del torero en que no le ganen la partida, un tour-de-force que se sustancia a favor del matador cuando, bien colocado le arrebata una serie de naturales de muy buen aire que el bicho se traga sin rechistar. He ahí la clave, que consiste en pisar el terreno adecuado. El mejicano está valiente de verdad, aguanta impávido un pavoroso parón en el centro de la suerte y no da por perdida la batalla nunca, pese a la destemplanza de la embestida del toro. Gran valentía la de Diego San Román, a veces un poco cerril, queriendo tener más coj… que el toro. Le deja una estocada baja. Aviso. Que le repitan cuando quieran.


Y después de San Román ahí tenemos a Román a secas, de sangre de toro y oro, a vérselas con Impositor, número 93, que no es toro, pese a su excelente presencia, que levante pasiones. En varas es un sosainas, estando más dispuesto a la cosa de las banderillas, pero lo que va resaltándose por momentos son las complicaciones del animal, su poco fuelle, su nulo interés en acudir al cite por su pitón derecho y sus pocas ganas de que le toreen por el izquierdo. La forma que tiene de expresar su desagrado es tirando derrotes, por si pilla algo. Román lo llevó a los medios y allí quedó patente la falta de futuro que tenía el trasteo con este Impositor al que Román despena de tres pinchazos y una estocada. Aviso. Pitos para el toro.


Comisario, número 56, fue el segundo de Román y, en cierto modo, fue obra de Román que quiso lucir al toro en viajes largos y cites a la distancia, aprovechando la embestida clara y fija del animal. Gran generosidad la de Román en esos emocionantes cites, con el toro galopando a por el trapo colorado y toreo un poco a la ligera, sin acabar de dar el paso adelante, sin poner la muleta planchada, pero con mucho corazón y gran desparpajo. La faena se va produciendo, vibrante, con Román al natural y luego con la derecha. En un cambio de mano, el toro, que desde luego no era una mona, le prende y le echa al suelo. Tras el susto vuelve a la cara del toro para dejar la mejor serie de redondos, con mucho mando, y luego otra de menos cuajo. Falta una serie por la izquierda para culminar la obra, pero Román prefiere acabar por bernardas trayendo al toro desde bastante lejos, antes de cuadrarse para cobrar un pinchazo, por haber tropezado el toro, y una media lagartijera. Oreja para el valenciano y ovación en el arrastre para el toro.




Román y Gallardo


ANDREW MOORE



El ganadero

















FIN