Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Por nuestras malas cabezas en Londres se nos viene en Madrid, otra vez, la Remontada, o sea, el Espíritu de Juanito, que haberlo, háylo. Su hijo Roberto se lamentaba no hace tanto de los cantos de muy mal gusto que los radicales atléticos dedican a ese misterio que envuelve como una niebla el Miedo Escénico del Bernabéu, y luego les vino el resbalón de Álvarez.
El Miércoles Santo, pues, Remontada, que llamaremos Rodomontada (del caballero Rodomonte), porque esta cultura blanca constituye una cultura española. “Rodomontadas españolas” es un libro del XVII, obra del hispanista italiano Lorenzo Franciosini di Castelfiorentino (¡hasta aquí llegaría la mano del presidente!), que recoge las fanfarronadas, bravuconadas y fantasmadas relativas a los orgullosos españoles que campaban a su aire por Europa. ¿Qué mayor fantasmada que levantarle un 3-0 al Arsenal con el equipo de Ancelotti, que anda menos que un bote a patadas? Y, sin embargo, la posibilidad existe, y no porque nos la dé el Big Data, que ese trasto da por campeón al Barcelona de Fermín y Casadó, dejando al Madrid una gatera del 10 por ciento, que, de haber Rodomontada, será por donde se cuele la Dieciséis. Al Barcelona lo ven campeón el Big Data, por un lado, y por el otro, el Var de la Uefa, que pinta los frames del fuera de juego a ojo (¡gol de Raphinha!), como el carpintero de mi pueblo, cuyo negocio estaba en las cuñas que se veía obligado a meter luego para calzar los errores en las medidas.
El Madrid cayó en Londres por dos golpes francos de Rice tan certeros como dos aranceles de Trump. En el primero pecó Courtois, que midió mal la barrera, y en el segundo, Rodrygo, futbolista feble que se apartó para evitar el balonazo, haciendo más franco el golpeo de Rice, cuyo equipo llevaba cuatro años sin anotar uno. Rice fue el estoqueador, y el español Merino, el puntillero, pero el toro no ha doblado, y eso permite apelar, contra toda evidencia, a la remontada, es decir, la Rodomontada, con todos los hados adversos: la obstinación de Ancelotti, el cine mudo de Lucas, el tacataca de Luka, el viejazo de Alaba y la estolidez del piperío ronceril, llamado “público soberano”, que viene de un invento idiota de Rousseau, la “soberanía popular”, que nunca ha existido.
Lobotomizado por el “agit prop” radiofónico, el pipero, eso sí, viene del pueblo, y en el Bernabéu, que lo supera, sucumbe a la “suspensión voluntaria de la incredulidad” (“willing suspension of disbelief”): cree ser él, no el futbolista, el actor de las remontadas sólo porque pita a los jugadores. La manipulación parece simple: eres un ser anónimo que por el precio de una entrada puedes acudir a un estadio a silbar a alguien que en lo suyo es el mejor del mundo. Hoy, Vinicius. Ayer, Bale o Cristiano.
–En el Bernabéu hemos pitado a todos los grandes.
La tentación, en un país como el nuestro, que vive encabronado por la envidia igualitaria, resulta imposible de resistir. Hubieran hecho lo mismo en el quirófano cuando el doctor Barnard se disponía a realizar el primer trasplante de corazón o en el laboratorio de Los Álamos cuando el físico Oppeheimer procedía a probar la bomba nuclear. ¿Qué necesidad de entrenador va a tener el Madrid, teniendo un orfeón de piperos prestos a pitar, pastoreados por el periodismo matalón?
–Somos como comadres que vivimos de la vida ajena a falta de la propia. Murmurando de todo. Ensayando el palillo de dientes en el nombre del amigo. Dando mordisquitos de ratón en...
En Londres, como no había piperos pitones, al Madrid lo malhirió el Arsenal con dos goles de karma (karma que a los ingleses se les volverá en contra en el Bernabéu). Fue un baño completo, desde el juego hasta el marcador, pasando por el himno, ese “The Angel” que en el Emirates sonó con el fervorín del “Corazón Santo, Tú reinarás” que a la hora de los brindis, y a falta de un himno nacional con letra, cantaban nuestros militares en el extranjero. La Rodomontada ante el Arsenal sería la ocasión de cambiar el himno de la Décima, un motete de velorio, por una “marsellesa” a la altura del Real Madrid: la voz humana de un volcán.
[Sábado, 12 de Abril]


