sábado, 19 de abril de 2025

Opochtli



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


¿Hemos dicho que la primera víctima de la Segunda Venida de José Tomás –el Quinto Evangelista, para el marketing taurino– es la literatura? La segunda es el toro, que se disminuye en la misma proporción que se aumenta el mito del Monstruo de Galapagar, quien todavía no ha podido cumplir el sueño de sus seguidores, que es verlo inmolado en la plaza, pues mira qué toooro, qué torito waaapo, que lleva botines y no va descalzo, como los “Barralva” mejicanos. Desde luego, con esos “barralvases” de dagas romas, como no sea que Sabina le tire un diente desde el callejón, no puede haber quinto evangelista ni, por supuesto, inmolación.


José Tomás, tras la estela de Opochtli.


Así tituló mi buen amigo Manuel Martínez Cascante, riojano de los de Berceo y –si falta hiciera– mariachi de los de Paquita la del Barrio, su visión de la enésima inmolación frustrada del Quinto Evangelista, esta vez en el Embudo de Insurgentes. A uno le tocó contar en el 86 la tarde de Butragueño en Querétaro (nunca se la perdonaré) y titulé: “El día en que los españoles volvieron a ser teúles”, que “teúles” era, no como los catalanes llaman a las galletas de Santa Coloma de Farners –las que acostumbra llevar al cine Oti Rodríguez Marchante–, sino como los indios llamaban a los españolazos de Cortés. ¿Cómo no iba a celebrar la ocurrencia de Cascante con Opochtli?


Opochtli no es un “fuenteymbro” y tampoco un “victorino”, por citar los dos encastes que, al parecer, y “para tapar bocas”, va a torear por mayo José Tomás en Madrid. Opochtli, “el de la mano izquierda”, era el dios de los pescadores de pantano y los cazadores de pajaritos. Iba desnudo y teñido de negro con una corona de papel compuesta a manera de rosa y en la mano izquierda llevaba un escudo pintado de rojo con una flor blanca en el centro con cuatro pétalos colocados en forma de cruz.


¡Coño, la muleta de José Tomás! –exclama el castizo.


Que hasta los castizos saben hoy comparar los pases naturales con los pétalos de rosa. Y creen que José Tomás es zurdo como Leonardo y cuida de torear de derecha a izquierda, de modo que sus faenas sólo puedan ser vistas por medio de un espejo. Leonardo escribía al revés porque no quería que se divulgasen sus descubrimientos y José Tomás torea al revés porque no quiere que se televisen sus corridas. “El sol no se mueve”, apareció en los escritos de Leonardo. Pero no moverse nunca fue torear.