miércoles, 12 de febrero de 2025

Los Obama



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


El tontismo cultural, que en nuestro mundo es el tontismo periodístico –no hay otro– nos había vendido al huero, chirle y hebén Obama como al Hércules que las cuadras del Occidente estaban aguardando desde el asesinato de Kennedy, pero, hasta el momento, de Obama lo único que se sabe es que no habla austriaco –con lo bien que quedaría de emperador del imperio austrohúngaro en una película de Berlanga– y que ante el monarca absoluto de Arabia Saudita se ha postrado como un pastor de villancico.


Cuando, una vez independientes, los republicanos norteamericanos resolvieron adoptar como saludo darse la mano para diferenciarse de los monárquicos ingleses y su consabida reverencia, Obama no estaba allí, sino en Hawai, escribiendo su autobiografía, pues lo mejor de Obama es que siempre cuenta con una buena disculpa.


¿Cómo puede un político escribir así de bien? –se pregunta la Corín Tellado de Manhattan, Toni Morrison–. ¿Cuándo se ha visto en un político esa capacidad para la reflexión, esa viveza para las imágenes y ese oído para los diálogos?


La verdad es que, visto así, sólo le falta hablar austriaco.


A Morrison se lo presentó el filósofo cómico Cornel West, un tipo que ve en Obama una mezcla del Che y Jesucristo. Esa majadería –que toreros como Castella y Tomás han hecho suya– la puso en marcha el socialista que le dijo a Donoso Cortés que Jesucristo fue el primer revolucionario.


Es cierto –contestó el orador–. Pero Jesucristo no derramó más sangre que la suya.


Obama, el Hércules que aguardaban las cuadras del Occidente, está casado con Michelle, la señora que confesó haber odiado a su país hasta que su marido tuvo posibilidades de ser presidente, y que, de visita en Europa, le arreó un democrático espaldarazo a la reina de Inglaterra, quien en su día hubo de pasar por las horcas caudinas del general portugués Eanes en una carroza por las calles londinenses. Al disculparse la reina porque los caballos dieran rienda suelta a algún céfiro infecto de olímpico embate, el general respondió:


¡Oh, no se preocupe, señora! ¡Pensé que había sido un caballo!


La sumisión de pastor de villancico de Obama al rey absoluto de Arabia Saudita y el espaldarazo de la señora de Obama a la reina de Inglaterra son señales de que Jean Cau llevaba razón al decir que, cuando ya no hay verdaderos señores, toda la sociedad es de esclavos. Y de que, a este paso, a los Obama no los van a dejar salir de casa.