Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
Laura –Laura García–, que viene del latino “Laurus” y del onubense Bada, es mi recomendada: Piscis, Rata y musa literaria de un blog maravilloso, arcolibris.blogspot.com, que a mí me suena a los colibríes de Francisco López de Gómara, cronista de Indias...
–El pájaro más extraño es el vicicilin, el cual no tiene más cuerpo que el abejón, pico largo y delgado. Se mantiene del rocío, miel y licor de las flores, sin posarse sobre la rosa; la pluma es menuda, linda y de muchos colores; la estiman mucho para bordar con oro, especialmente la del pecho y pescuezo; muere o se adormece por octubre, asido de una ramita con las patas, en lugar abrigado; despierta o revive por abril, cuando hay muchas flores, y por eso lo llaman el resucitado, y por ser tan maravilloso hablo de él.
Gracias a Laura he descubierto el periodismo prodigioso del barranquillano Alberto Salcedo Ramos, que a pura generosidad tiene abierto escaparate en la página de Laura con mil historias mágicas: el torero Gitanillo de América, tremendo y vagabundo; la niña más odiosa del mundo, Socorrito Pino, descuidada y siempre descalza; Chivolito, que vive de contar chistes en los velorios; o el testamento del viejo Mile, que llegó a gran juglar por envidioso y arrogante, y que enseña a besar:
–Lo único que vale es tener dulce en el pellejo, para que las mujeres se vayan pegando como enjambres de mariposas. El que no tiene eso, está muerto, así sea dueño de todos los códigos y de todas las biblias. Si naciste mal despachado de miel, las mujeres no se engolosinarán contigo, y deberás conformarte con verlas volar a lo lejos, bonitas y sabrosas, pero ajenas.
Pregunto a Alberto cómo cree que Laura se fija en los autores. Y contesta:
–Bueno, me parece que ella es muy acuciosa, está como en una búsqueda permanente. Creo que nos rastrea por internet, ya que es una gran internauta. Supongo que se fija en los autores que tocan su sensibilidad; los autores que, de alguna manera, le pertenecen a ella como lectora y como mujer de letras. Tiene el el tacto y el encanto de los buenos editores. Creo que si me dice que me suba a un globo aerostático y me lance al vacío para luego escribir una crónica, yo le hago caso, porque la delicadeza con la cual lo aborda a uno, sumada a su respeto por lo que uno escribe y a su inteligencia como lectora, no le dejan a uno más opción que convertirse en aliado suyo.
Laura tiene 23 años.