Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El problema son los profesores, ha dicho, al hilo de la destructiva metafísica woke, JD Vance, el vicepresidente americano (y magnífico escritor), citando a Nixon, que acertó al señalar el nido de la serpiente en ese lavadero de cerebros que es la Escuela de Fráncfort y su funesto profesorado alemán, que ya había sido vislumbrado por Bakunin en sus confesiones: “La propia Alemania me curó de la enfermedad filosófica… Pronto me convencí de la nulidad y vanidad de toda metafísica: buscaba vida en ella, pero sólo encontré muerte y aburrimiento; estaba buscando acción y era simplemente inactividad absoluta… ¡Porque no hay nada más estrecho de miras, más despreciable, más ridículo que el profesor alemán!” (y aquí lo dejamos).
–¡Y qué profesores! –describe Dombrovsky al profesorado estalinista–. ¡Faros! ¡Pensadores! ¡El cerebro y la conciencia de la intelectualidad revolucionaria! Así decían: ¡El derecho es una de las cadenas con las que la burguesía esclavizó al proletariado! Pero nosotros lo liberaremos de ese peso. Y lo hicieron.
“La revolución de los profes”, tituló Revel un capítulo de “El conocimiento inútil”, versión posmoderna de la traición de los intelectuales y de la traición de los clérigos: “los profes” serían intelectuales sin inteligencia y clérigos sin fe, desde luego, y lo que es peor, sin teología. Sacristanes del Palmar, como el salido Pons, que pide obispas como Mbappé pide balones, al hueco, viéndose de epígono pepero del sicalíptico don Ricardo León, el académico que visitaba a Concha Espina con medias rayadas en el bolsillo del chaqué, aunque a él le pegaría más una Pardo Bazán, a quien Ramón tenía por “la obispo de las letras”.
–Se cree un hidalgo, pero toma por las mañanas aguardiente en calzoncillos –decía del pobre León su vecino Juan Ramón, el de “¡Mi Platerillo!”
Revel acusa a “los profes” del 68 de declarar “reaccionaria” la simple transmisión del conocimiento: de pronto, aprender era de fascistas, y la ignorancia pasó a ser objeto de culto (hasta hoy). Esto se comprende cuando habla Bolaños, incapaz, el hombre, de construir una subordinada, pero que cobra como ministro en un país donde el jefe del gobierno sitúa en Soria la cuna de Machado; donde el jefe de la oposición ve a Orwell “escribir su distopía” 34 años después de su muerte; o donde el PNV equipara a Martin Luther King con Sabino Arana (“Aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un Pérez al pie de unos versos euzkéricos, oímos hablar nuestra lengua a un cochero riojano o a un liencero pasiego o a un gitano, o cuando al leer la lista de marineros náufragos de Bizkaya tropezamos con un apellido maketo”, en “De su alma y de su pluma”, 1932).
Nuestros legisperitos Bolaños y Pons rivalizan por pasar a la posteridad como el Thomas Wolsey que logró para sus amos el cisma con Roma. Consumado el troceamiento histórico de Yugoslavia y de España, los destazadores de Kaja Kallas podrán centrarse en el de Rusia.
[Martes, 4 de Febrero]