Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
Tiene dicho la Calvo, ese mármol egabrense, que hace más por el español un concierto de “rock” duro que todos los institutos de piensos Cervantes. Y lleva más razón que un santo, la Calvo, cada vez más parecida a Camacho, ese mármol ciezano, y cada día más enloquecida por el “heavy”, ese ruido radicalmente contrario a los tres ruidos prescritos en la Alianza de Civilizaciones: la risa de la mujer, el rumor del agua y el galope del caballo.
Decía Foxá que la música estridente simboliza a lo deforme: se exalta al ruido, que es el monstruo de la armonía. Y la Calvo vibra con la banda segoviana “Lujuria”, cuyos miembros, que se declaran “comuneros”, embisten en el viejo debate de Umberto Eco sobre “apocalípticos” e “integrados” confesando estar “¡hasta los cojones de tanta puta publicidad..., joder, nosotros ya sabemos dónde comprar condones y no nos interesan una mierda los yogures desnatados ni los cedés de Ricky Martin, así que a tomar por culo la publicidad en la web!”.
–Ánimo, chicos –les ha dicho la Calvo, por carta, a estos embravecidos balanos segovianos–. Hay que seguir teniendo ideales.
Desde luego, parece la victoria de lo asimétrico, de lo caótico, de lo oscuro elevado a la categoría estética. La voz de la Calvo quiere ser la voz de Jehová movilizando a la Nada. ¿Es egabrense la lujuria? Un paisano suyo –de la Calvo, no de Jehová–, don Juan Valera, se refería a un compadre suyo de Cabra que tenía tres hijos: “las dos de ellas, monjas, y el varón, seminarista”, por lo que le decían en el pueblo “polla santa”. La cita, no se vaya la paisana de “polla santa” a creer, está sacada de una de las catorce cartas manuscritas de Valera encontradas en el archivo de don Mariano de Pardo Figueroa, el doctor Thebusem.
Pero la Calvo lleva razón: el “rock” hace más que el Cervantes por el idioma. Todo el vocabulario que se necesita para poder decir que se habla español hoy en día –“cojones”, “puta”, “joder”, “condones”, “mierda” y “tomar por culo”– está en esa declaración de “Lujuria” que tanto gusta a la Calvo. En cambio, Garzón, que ahora habla el inglés como la Calvo el español, ha mandado a sus abogados a visitar a una banda de música cuyos miembros habían tomado su nombre, “Garzón”, ignorantes del verso de Ullán pasado por la túrmix de Lope en Lepe: “Negro lo tiene el garzón / por llamarse Baltasar.” Ahora la banda se llamará, y ya hacen falta ganas, “Grande-Marlaska”.