miércoles, 23 de octubre de 2024

Castellani



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Unos dómines de Pucela, cuna zapateril, han arrancado el crucifijo escolar, mas no son liberales tales dómines, si los liberales fueran lo que dijo Camba: “Los liberales son como los cangrejos.” Que a san Francisco Javier se le cayó el crucifijo al mar y un cangrejo se lo devolvió. Estos dómines pucelanos le habrían quitado el crucifijo para arrojarlo al Pisuerga. Y, si por no ser cangrejos, tampoco son liberales, ¿qué son los dómines pucelanos? Volterianos con boina, que es la forma castellana de tener calientes las ideas. En Castilla un hombre de ideas es un tío que en la escuela arranca él mismo el crucifijo en lugar de mandar a hacerlo al portero.


Cuando el doctor Molla Villanueva mandó a retirar de las clases el crucifijo que por orden del doctor Fresco había puesto Mario Gorostarzu, muchas santas maestritas temieron una desgracia si lo tocaban, y lo mandaron a arrancar por el portero. Y muchos porteros se hicieron los locos y lo dejaron.


El cuento es de Leonardo Castellani, el Chesterton de la lengua castellana, revisitado en España por Juan Manuel de Prada en “Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI” (Libros Libres) al modo en que Álvaro Mutis rescatara para el día a día los “Sucesivos escolios a un texto implícito” del formidable Nicolás Gómez Dávila, de quien tomamos una guinda para la tarta retórica de la cursilísima cristofobia pucelana: “La retórica de peor gusto es la del que renuncia a la trascendencia sin renunciar a su vocabulario.”


Arrancar crucifijos de las escuelas no es moderno. Moderno, en ese plan, es lo de Michael Jackson, que ha dejado de ser testigo de Jehová para convertirse al islam de Yousuf Islam, antes Cat Stevens, con lo que Jackson ha dejado de atender por Michael para ponerse a atender por Mikaeel, del mismo modo que Santiago Auserón pasó a llamarse Juan Perro. ¿Cómo va a ser moderno arrancar crucifijos de las escuelas? 


El crucifijo –afirma Castellani– enseña que el fin de la vida es el triunfo de la Vida y la lucha contra la Muerte. Cuando usted sabe eso, la aritmética se hace soportable.


Arrancar crucifijos podía ser cosa del anticlericalismo decimonónico francés, aunque a los dómines pucelanos habría que decirles que, si pasan por Biarritz, ni se les ocurra arrancar la cruz que en la Roca de la Virgen guía a los surferos náufragos. Luego está Sartre, pero de él hablaremos con Castellani al hilo de Goytisolo, que acaba de cantar otro bingo.