sábado, 19 de octubre de 2024

Capello



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


El “florentinato” fue la “belle époque” del fútbol, cuando la vida empezaba después de comer, cuando aún no se había descubierto oficialmente eso de la angustia.


Ruano tiene dicho que durante los bellos y lánguidos años de la “belle époque” los maharajás traían a los escenarios europeos un vago perfume de lejanos sándalos, de sedas, collares de perlas y bailarinas hieráticas en el tapiz bordado por la fantasía. Pero el “florentinato” voló con Florentino Pérez. Ahora, en su puesto, está un tal Calderón que no se cansa de repetir a quien lo quiera oír que él es un elefante blanco, una máquina de atraer a la suerte, una herradura en el zapato impar del azar, extremo, por cierto, que todavía no ha sido confirmado por su socio taurino Fidel San Román.


Hola, soy Calderón y doy mucha suerte.


¿Y si este Calderón fuera aquel gran señor musulmán del cuento de Fernández Flórez que, al ver repetirse tres veces el mismo número, comprendió que había algo extraño y superior a los cálculos y se retiró al desierto para dedicarse al ayuno y a la meditación?


La suerte, decía Foxá, es una sirena abominable y seductora. Algo de eso debe de haber, porque Calderón ha traído a Madrid a Capello, que es Fabio, pero no Testi: cada día se parece más a Juan Luis Cano, la cara flamenca de Gomaespuma. Capello, que habiendo dejado a la Juventus en segunda y con diecisiete puntos de deuda era un mito local, por nada del mundo quería salir de Turín, pero Calderón –la “sirena abominable y seductora” de Foxá– lo atrajo a Madrid.


La segunda etapa de Capello en Madrid es un “déjà-vu” que apaga cualquier resistencia. “Primero resistencia, después velocidad”, es una de las dos máximas futbolísticas de Capello. La otra, aunque enunciada de forma más grosera, es que el triunfo es cuestión de tendones.


El triunfo es cuestión de tendones.


De su fútbol se dice que es cuartelero porque en sus equipos sólo juegan los “bisas” del vestuario. “Rejuvenecer y españolizar” eran las dos consignas de Calderón contra el “florentinato”, y Capello se presentó en Madrid con Cannavaro, que, en efecto, parece más “joven” que Calderón y más “español” que Diarra. Unida a la promesa incumplida de Kaká, la venida de Diarra sólo ha servido para excitar el ingenio de los chistosos de portal. A orillas del Manzanares estaba escrito: “Calderón cumple: prometió caca y ha traído diarrea.” Que no cunda el pánico: el culo, dice Peter Sloterdijk, es el plebeyo, el demócrata, el órgano quínico –cínico– por excelencia.