Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
En su famosa conferencia sobre “La idea de Europa” (Siruela) refiere Steiner el inmenso privilegio que tuvo de haber sido invitado a cenar por Nadine Gordimer a su casa de Ciudad del Cabo durante los malos momentos anteriores a la liberación. Gordimer invitó a cenar a los dirigentes del Congreso Nacional Africano (ANC) y del Movimiento Nacional de Resistencia, incluyendo a los jefes militares:
–La policía se limitó a tomar nota de quién iba a cenar. A lo largo de mi vida, mi don principal ha sido una cómica falta de tacto: me declaro culpable. De manera que al final pregunté a aquellos tres grandes líderes: “Miren, la ocupación por las Waffen-SS fue muy mala; se les daba muy bien aquello de ocupar. Pero de vez en cuando matábamos a uno de aquellos bastardos. Ustedes no han tocado a un hombre blanco. Ni a uno solo. En Johannesburgo, la proporción es de trece a uno. En la calle, lo único que tienen ustedes que hacer es cerrar los brazos y ahogarán al blanco. Ni siquiera necesitan ustedes armas. Trece a uno. ¿Qué demonios es lo que pasa?” Uno de los dirigentes del ANC dijo: “Yo puedo contestar. Los cristianos tienen los Evangelios; ustedes, los judíos, tienen el Talmud, el Antiguo Testamento, la Mishná; mis camaradas comunistas tienen en su mesa ‘Das Kapital’. Nosotros, los negros, no tenemos ningún libro.”
Confiesa Steiner que para él fue un momento tremendo: la herencia que dejó Atenas a Jerusalén: que tenemos un libro, tenemos varios libros. Aquélla fue una respuesta apabullantemente triste y convincente:
–Los negros no tenemos ningún libro.
Y he recordado esta historia al leer en los periódicos que Aguirre, la presidenta de Madrid, ha inaugurado “la primera biblioteca de última generación” (?) en su Comunidad, que es la que cuenta con mayor número de lectores, más un Plan de Fomento de la Lectura que supone una inversión de quinientos millones de euros. En la Comunidad de Madrid, libros nuevos, pero de balde, no quieren, según me consta, ninguno. Esto me recuerda una idea de Sloterdijk: el hombre que tiene poder quiere que lo tomen en serio. (Y la mujer, también.) Los hombres que acaparan poder leen mucho para controlar la situación y mantenerse en el poder. (Y las mujeres, también.) Ésta es la razón de que terminen arruinados tras pasar algunos años en la empresa discursiva: al llegar a los treinta han leído, como decía Nietzsche, “hasta echarse a perder”.