Fabián Ruiz con Juanjo Narváez y Loren Morón en el Betis
Siete revueltas que son siete partidos
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Sacan a nuestros futbolistas sus caritas de cuando eran niños, sus primeros entrenadores, lo buenos muchachos que eran todos y uno nota que alguna mentirijilla tampoco está demás. En el Diario de Burgos, por ejemplo, a los dos días del gol de Merino, un gol para retratistas, un reportero -no pongo el nombre porque no sé dónde he perdio el recorte- contaba los comienzos de Mikel ¡¡¡en el Vadillos!!!. El padre de Mikel Merino jugó un año en el Burgos, muy bien por cierto, el penúltimo de su carrera antes de retirarse la temporada 2002/03 en el Ceuta. Fue buen pelotero, Merino. Muy inteligente y los veteranos lo recordamos rematando con una cabeza de frente muy despejada. Cuando el niño Merino vivió en Burgos tenía cinco años y ¡hombre! no es edad para hacer fichas. Aclara el reportero que el mocete jugaba con la chiquillada del Vadillos -barrio de tradición futbolera- en el polideportivo Javier Gómez (buen nombre para citas deportivas) que es lo mismo que decir que los padres (los Merino-Zazón entre ellos) bajaban de los pisos a sus criaturas para que se desfogaran en la céntrica plaza de Virgen del Manzano y dieran puntapiés a pelotas propiedad del equipo del barrio. Mikel Merino empezó a jugar seriamente en Pamplona y quien lo acogió en los juveniles de Osasuna fue el gran Jan Urban, un medio al que daba gusto ver jugar.
De Fabián Ruiz se han glosado con mucho cariño sus duros comienzos, su natural timidez y sensatez y sobre todo su zurda. Fabián es un zurdo absoluto. Un zurdo que cuando regatea parece dar brochazos a cuadros susceptibles de convertirse en obras de arte; es zurdo patanegra, no de recebo; zurdo como Di María, Ozil o aquél José Antonio Reyes que no llegó hasta donde merecía su talento. "¿Por qué no tira?" grita el poco avisado. "... porque es zocato, zocato y el balón le ha llegado a la derecha", apunta el sabidillo. En agosto del 2017, el Córdoba aún en 2ª división, se presentó en El Arcángel ante un Betis que se trajo unos 30 jugadores, más del B que de Primera. La caló exigía un once en cada tiempo. El partido servía para decidirse por alguno de los jóvenes puestos en el escaparate. Recuerdo siempre que viene a cuento a Junior Fripo y a este Fabián que nada más mostrar y esconder la pierna izquierda en El Arcángel, con ese arte que tienen los zurdos para poner de su parte al aficionado, apuntamos que el zocato rubiasco y flacucho nos vendría bien. El Córdoba se quedó con Narváez, un colombiano al que al año de dejar Córdoba y ya en Las Palmas, el Chico Flores del Leganés le abrió la cabeza dejándole cicatrices que perdurarán mientras viva. Creo que Quique Setién no tenía intención de desprenderse aquel agosto de la elegancia e inteligencia de Fabián, pero servidor, con presunción de zahorí, suele decir que Fabián pudo haber jugado en el Córdoba tras la cesión en el Elche. En esa temporada el hijo de Ancelotti se prendó de él, según cuentan las crónicas, y se lo llevó al Nápoles, excelsa plaza de catadores de zurdas.
En el paseo mañanero, imagino a este Fabián Ruiz fitrando balones perfectos a Nico Williams, a Dani Olmo, a Lamine Yamal... Veo goles de cabeza, trallazos que besan la red, sensacionales vaselinas de los dos niños de arriba, dos criaturas que se dieron a conocer con 16/17 años para que todos aprendamos sus comienzos en serio y no se nos ocurra fabular. Al llegar a la calle de las Siete Revueltas, ¡¡siete partidos tiene la Eurocopa para los dos mejores!! ha dado la casualidad que la he cogido por la plaza del Conde Gavia y ¡claro está! al entrar en la séptima revuelta me he topado con la Casa de las Campanas, perfecto lugar para tocar a gloria como pide este domingo 14 de julio, día al que Don Camilo José Cela dedicó un libro.