Alfred North Whitehead
Dalmacio Negro
8.- Los estúpidos fungen, en efecto, como sabios. Observó Heine durante el Vormärz alemán: “Los sabios emiten ideas nuevas y los necios las expanden”. Una explicación puede ser, que, según el gran filósofo Alfred North Whitehead, “casi todas las ideas nuevas tienen cierto aspecto de estupidez (o insensatez, foolishness), cuando se producen por primera vez”. Ocurrió por ejemplo, con la teoría de la relatividad de Einstein, que, dice Paul Johnson popularizó la idea de que todo es relativo, la causa de aceptación del relativismo moral, de la postverdad, las bioideologías, de un sinfín de aberraciones y del imperio del cientificismo. Influye en la crisis religiosa, de la política, etc., y en el auge de la necedad (negación de scire, saber; nescius, de ne scio, “no sé” es el que no sabe, el ignorante,).
Tocqueville captó en Norteamérica hace casi dos siglos que la necedad constituía seguramente el peligro mayor que acecha a la democracia igualitaria, que no se lleva muy bien con la excelencia y la meritocracia.[1] Y Nietzsche, crítico de la antijerárquica democracia de masas, prevenía en 1872 contra la pedagogía superficial, divulgativa y reductivista. Y desde hace aproximadamente un siglo, “la conjura de los imbéciles” se dedica a instaurar “el predominio del cretino”.[2] Las continuas reformas pedagógicas para “democratizar” la enseñanza, sobre todo desde mayo del 1968, cuando apareció en la escena el homo festivus et stupidus, fomentan la idiocia colectiva. “La educación, avisaba el sesentayochista arrepentido Jean-Pierre Le Goff, se ha convertido en una nueva ideología”.[3] Y Gabriele Kuby escribe que la democracia es hoy un mito con el que las clases dominantes —las oligarquías— seducen a los dominados.[4] Además, la burocratización excesiva, típica del estatismo, idiotiza a los administrados. Las mismas Universidades burocratizadas cultivan la estupidez. Y los nuevos media —la radio, el cine, la televisión, internet, el móvil, la tablet—, “the priesthood of the ruling class”, el sacerdocio de las clases dirigentes (Z. Janowski), que multiplican infinitamente la capacidad de influir de la prensa de los tiempos de Heine y Nietzsche la difunden como una enfermedad contagiosa. Este último escribió en 1882: Noch ein Jahrhundert Zeitungen und alle Worte stinken, un siglo más de periódicos y todas las palabras apestarán. Chesterton, menos radical, afirmaba hacia 1910, que “la prensa existe para ocultar los hechos”. Pero fabrica también el pensamiento. [5]
Entonces, el gran número de analfabetos protegía a los pueblos del cretinismo cultural. Nicolás Gómez Dávila (1913-1994), quien tenía siempre presente die schrechtliche Simplifikateure (los horrorosos simplificadores) que tanto temía Jacobo Burckhardt, uno de sus dos “santos patronos (el otro era el escéptico Montaigne), decía ya: hoy, «fomentar la cultura es coronar a mediocres». Los simplificadores, muchos de ellos bobos solemnes, fascinan a los necios con un poco de propaganda o “comunicación”.
9.- La propaganda, dice Noam Chomsky, es en la democracia lo que la violencia en las dictaduras. Pío XII advirtió en el radiomensaje de Navidad de 1944: «La propaganda modela todas las almas según un mismo patrón, las peculiaridades y casi la vida propia. Hasta las diferencias de psicología y de actitud entre los sexos tienden a menguar lo más posible. Por todo esto, desaparece el pueblo, que es esencialmente una gran familia de almas diversas pero armónicas, reunidas alrededor de lo que les es común. Y surge la masa, con su gran alma vacía, colectiva, esclava». Masa compuesta por súbditos —en Europa, los únicos ciudadanos son los políticos que mandan en los partidos—, que vive en la irrealidad más o menos virtual —la tontosfera—, como está ocurriendo con las nuevas generaciones, cada vez más infantilizadas. No sólo por la educación convertida en adoctrinamiento, sino porque los nuevos media no crean solamente lo que bautizó Heimito von Doderer die zweite Realität, la segunda realidad en que habita “el idiota digital”, sino que han aumentado exponencialmente, como decía Umberto Eco, la posibilidad de propagar teorías y doctrinas cuya idiotez no tiene límites pero infunden el miedo a la realidad, que es lo mismo que la verdad. Miedo que alientan los gobiernos, por ejemplo el fisco y la plandemia Covid, por razones obvias.
10.- Peter Sloterdijk no cree se esté perdiendo la capacidad de pensar. Lo que ocurre según él, es que la vida actual no invita a pensar: se vive tan de prisa, que las noticias se atropellan sin dar tiempo a digerirlas. Tiene bastante razón,[6] pero es un hecho, que, debido en parte a los avances tecnológicos y a la humanitarista pedagogía sentimental —pero sin poesía, “la voz de lo inefable” que decía Juan Ramón Jiménez—, se está generalizando la estupidez colectiva alentada y guiada por los gobiernos de los Estados Hippies ayudados por las nuevas tecnologías. Estados en los que abundan los analfabetos, indocumentados e idiotas en los puestos de mando. Destaca quizá el Estado español enemigo de la Nación, pero los revolucionarios estúpidos son generosos. Empeñados en la nobilísima tarea de igualar a todo el mundo, decretan que los niños pertenecen al Estado y les someten a sus leyes educativas para ponerles a su nivel. Los escépticos, que aún existen, y parece que aumentan, dicen que muchos gobernantes actuales podrán alegar como atenuante o eximente, si se les incrimina por sus desmanes, que son unos pobres estúpidos.
Subsisten Estados o Gobiernos totalitarios violentos, hoy cabe decir varoniles o machistas —en el new speak feminista políticamente correcto, Maquiavelo es un “machista”—, mientras en Europa y en el ámbito de la exangüe Cristiandad,[7] la mayoría de los Estados y Gobiernos son sovietizantes (Vladimir Bukowski y otros) o “liberales” totalitarios (Robert Spaemann y otros). Autoproclamados demócratas, promueven y financian la necedad colectiva —no siempre intencionadamente, también por estupidez, algo tienen que hacer los Ministerios de Cultura— mediante la infinita Legislación, ahora crecientemente maternal, que condiciona la conducta idiotizando la manera de actuar y hasta el habla. Que debe ser inclusiva y no ser odiosa según las pautas vigentes. Legislación que no es inocente: es el totalitarismo legislativo, cuyo principio rector podría ser la frase de Juan Domingo Perón “dentro de la ley todo; fuera de ella nada”.
11.- La estupidez o entontecimiento colectivo es inconfundible con el “pensamiento débil” descrito por el “catocomunista” Giovanni Vattimo. Se trata de un fenómeno observado frecuentemente desde que escribiera Robert Musil “la libertad y la razón… no han gozado ya de buena salud desde mediados del siglo XIX o un poco después”.[8] Momento en que comenzó, según Whitehead, la destrucción del sentido común.[9] A lo que contribuyó eficazmente la manipulación del lenguaje político por el agit-prop soviético, cuyo objetivo principal era destruir la cultura tradicional como mostró el disidente Yuri Bezmenov desertor del KGB en 1970, que se dedicó a denunciar la infiltración soviética para desmoralizar a Occidente.[10] Convertido el lenguaje político en lenguaje común por la propaganda, se castiga ya legalmente el lenguaje estimado inconveniente o incorrecto con los novísimos y antijurídicos “delitos de odio”. Uno de los primeros en advertir un gran retroceso en el nivel intelectual de Occidente fue otro disidente, Aleksandr Zinóviev (1922-2006), reconvertido al comunismo al implosionar la URSS, porque le parecía que la Europa “libre” era demasiado sovietizante.[11]
12.- El auge de la cretinocracia, revolucionaria por lo que destruye, no es atribuible empero únicamente a la burocratización de la política por el modo de pensamiento ideológico, típica de los Estados maternales que tratan a los súbditos como niños. Cuenta también la sectarización. “Las ideologías prestan a quienes carecen de ideas el mismo servicio que las pelucas a los calvos” (R. Castillo) y crean sectarios y gentes unilaterales que “sólo tienen certezas” (Bertrand Russell). El sectario es una persona normal fanatizada por resentimiento —Lenin, por ejemplo— o estúpida de nacimiento fanatizada por lo que oye o lee. Personas con las que aconsejaba Mark Twain no discutir, para no tener que ponerse a su nivel.
La burocracia —“el gobierno de nadie” (H. Arendt)— es consustancial al Estado. Pero en la política no está nada decidido de antemano y el Estado deseoso de “proteger a las personas de sí mismas” (G. Myrdal) y establecer el “Imperio del Bien” (Ph. Muray), se personifica en su inmensa burocracia. Ironiza Sloterdijk: “tanto funcionario no deja ver al Estado”. Para conseguir esos nobles fines, la burocracia se preocupa así mismo por la cultura cuya dirección encomienda a nomenklaturas directas e indirectas en las que pululan simples estúpidos más o menos fatuos, dementes,[12] intelectuales no venales que creen todavía, no ya en la bondad del socialismo, sino en la del comunismo promocionado en parte por la ONU, “expertos”, asesores, especialistas convencidos de su superioridad moral —el Mal, que es irracional, se encarna en la derecha —en la “fachosfera” dice el ilustre Dr. Sánchez—, el Bien en la izquierda—,[13] arribistas y ganapanes, truhanes, delincuentes y mafias financieras internacionales, que explotan las emociones. Es generalizable lo que dice Alfonso Ussía del comunismo español hodierno: “Es un comunismo disfrazado de socialismo cuyo único fin —o el principal— es el enriquecimiento de los golfos que nos gobiernan”.[14]
13.- Merece la pena comentar de pasada en el caso del Reino de España, donde es difícil distinguir la realidad de la parodia y la mayoría de los súbditos tiene que defenderse de las agresiones políticamente estúpidas de los distintos gobiernos, destacando los del licenciado Zapatero y el doctor Sánchez, ansiosos de integrarse en el bloque del socialismo del siglo XXI hispanoamericano añorante de la difunta Unión Soviética víctima del capitalismo satánico.[15] Desgobernado el Reino por los sucesivos gobiernos de la Monarquía, en los que ha ido aumentando progresivamente la presencia de estúpidos, incompetentes, corruptos y psicópatas en cargos de poder, que son incapaces de ejercer, constituye un ejemplo excelente de cómo la idiocia es capaz de mover montañas.[16]
13,1.- Liquidada la ciudadanía al decretar el partido socialista del Sr. González la muerte de Montesquieu,[17] el objetivo de los sucesivos gobiernos monárquicos parece haber sido un Kulturkampf dirigido finalmente por bioideologías enemigas de la antigualla del sentido común como ideologías de Estado: la de género, que, stricto sensu, se limita a defender el legítimo derecho humano de las mujeres a ser idiotas, la ecologista, defensora de los derechos humanos de la Tierra contra la perversidad humana, la maternal higienista o de la salud, muy fortalecida por la tiránica dictadura sanitaria para combatir la gripe del coronavirus. Las tres con diversas variedades; por ejemplo, la LGTBIQ (la «familia” que se elige), la animalista que reivindica los derechos humanos de los animales, por lo que entusiasma a muchos políticos o la apocalíptica del cambio climático. Todo apunta a instalar definitivamente la estupidez colectiva como la forma ideal de realizar el deseo del preámbulo de la Carta constitucional de 1978 —bautizada por Aquilino Duque la Nicolasa, porque se aprobó el día de San Nicolás, emparejándola con la de 1812, conocida como la Pepa, proclamada el día de San José— de marchar hacia la “democracia avanzada”. Objetivo perseguido también por la ley de la Memoria histórica, conocida popularmente como ley de la Venganza histérica, que el gobierno sanchista ha precisado como Ley de la Memoria democrática para que se ajusten debidamente a la marcha correcta de la historia hacia la estupidez universal los que no son todavía idiotas y las nuevas generaciones; si las hay a pesar de la caída de la natalidad. Con palabras de Richter, aplicando esa Ley, “el idiota prohíbe a la razón ir más allá de la memoria”.[18]
13,2.- Los escasos monárquicos influyentes postulaban la conveniencia de una “pasada por la izquierda” para consolidar la Reinstauración por tercera vez —a la verdad, a redropelo del Zeitgeist, republicano y sedicentemente democrático— en algo menos de 175 años.[19] Y el consenso oligárquico entre los dos partidos principales se organizó como socialdemócrata, con un ala derecha y otra izquierda que incluía a separatistas resucitados y comunistas reciclados. El rey fungió como “motor del cambio”, pero la reinstauración de la Monarquía fue sólo “simbólica” según Fernández de la Mora.[20] El consenso troceó constitucionalmente la Nación y se empezó a fomentar con gran éxito la estupidez colectiva. Los súbditos están, por ejemplo, encantados con pagar impuestos y los más entusiastas votan complacidos a quienes creen que los aumentarán.
13,3.- La política de la interminable transición (“transacción”, precisaba Jesús Fueyo) a la Monarquía partitocrática —en la que Iglesia “se volvió muda”, como decía Tocqueville de la francesa en El antiguo Régimen y la Revolución—, ha devenido un pifostio. Se reduce de hecho a las disputas entre la izquierda tradicionalmente antinacional o antihispánica y la izquierda socialdemócrata que funge como “derecha”. La democracia, reducida al antifranquismo pasado de fecha, espera su turno, pero el cultivo de la estupidez ha dado resultado y todo el mundo habla de la democracia española.
Una característica del consenso socialdemócrata entre la izquierda y la derecha es que, como percibiera Nicolás Gómez Dávila (1913–1994), “tienen firmado contra el reaccionario [en el sentido del que reacciona] un pacto secreto de agresión perpetua”. Los oligarcas hispanos consensuados tildan, en efecto, a las personas, grupos o partidos no entontecidos, es decir retrógrados —no aceptan la división de España en varias naciones, se oponen a conquistas sociales tan sensatas como la legalización del aborto y la eutanasia, etc.—, no sólo de ser franquistas, sino de extrema derecha y fascistas, “fachas”. Gente ignorante o maliciosa que pasa por alto que el fascismo es una derivación perversa del socialismo, que sustituye la liberadora lucha de clases por el culto a la Nación como una gran familia. Para Giovanni Gentile, el gran teórico del fascismo italiano, es la forma más realista del socialismo y la verdadera democracia. En la que son idénticos el interés público y el privado, que está por ende al servicio de la sociedad. El Estado es el administrador de la Nación. Justo como en España.
El apotegma del fascismo, como decía Amando de Miguel, beneficia paradójicamente la antipolítica del desgobierno, que bordea con frecuencia lo delictivo. Más por estupidez que por la mala fe de los gobernantes, acólitos y enchufados y la verdadera extrema derecha, los nacionalistas identitarios que juegan al separatismo y al independentismo lucrativos. Pero los fachas son. para el consenso partitocrático, todos los demás.[21] Las expresiones facha, fascista, extrema derecha suenan ya como cumplidos debido a su uso y abuso propagandístico.
“Si no hay hombres completamente inteligentes, sí los hay completamente tontos”, escribe Moreno Castillo. Y como la mayoría de los completamente tontos se ha integrado en el socialismo sanchista, España marcha a la cabeza del progreso.[22] El Reino de España se parece cada vez más al Reino de Peronia instaurado en Argentina, al que intenta poner fin el impío Javier Milei, enemigo acérrimo de Koalemos.
14.- Según la tercera regla de Cipolla, «una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona sin obtener al mismo tiempo un provecho para sí, o, incluso, obteniendo un perjuicio». Y como la estupidez es ya una patología contagiosa tan extendida que puede hablarse de una pandemia, se empieza a hablar de la urgencia de un movimiento para sobrevivir a lo que puede considerarse la religión patológica de la estupidez. Rémi Brague achaca el fenómeno al fracaso del proyecto moderno.[23] Descriptible como la planificación del futuro imitando la Creación, implícita en el pelagiano “Nuevo Cristianismo” del conde de Saint-Simon, “el padre de los planificadores” (W. Röpke), acreedor de Marx, Lenin, Hitler, Mao y otros ateiólogos. El principio renovador del cristianismo tecnocientífico saintsimoniano reza: «La religión debe dirigir la sociedad hacia la gran meta, que consiste en obtener lo más rápidamente posible una mejora en la suerte de la clase más pobre».[24] Como esa religión progresista[25] tiende a igualar, se explica su éxito entre los partidarios de la justicia social, pese a que hay también grados de estupidez entre los iguales.
15.- Rémi Brague padece la enfermedad reaccionaria de conservar el sentido común. Se pregunta, si tiene algún sentido la existencia del ser humano en el contexto de la cultura planificada por lo que llaman los escépticos la “internacional de la estulticia”. Muy bien representada por la biodictadura de la estúpida “contracultura” de la ideología, más bien bioideología, progresista woke. El ala pseudomarxista más radical de la “robolución”, como dicen en Cuba, de los tontos para explotar a los listos.[26] Robolucionismo que aspira a destruir la cultura imponiendo su particular concepción nihilista de la moralidad.
La moral colectiva, el êthos, depende de las creencias religiosas que la concretan fijando los usos, el Derecho, la estética, etc., y las costumbres. Pero la moral que invade todo en nuestros días, advierte Alain de Benoist en Los demonios del bien. Del nuevo orden moral a la ideología de género, [27] no es la misma que conocíamos. La nueva moralidad podría sintetizarse en la moda de «el yo como medida de todas las cosas» de la ideología narcisista woke difundida desde California. En principio, un puritanismo antihedonista que pretende liberar de la sexualidad al ser humano —¡hay que ser idiotas!— devaluando el cuerpo. Ideología queprospera, dice J. M. de Prada, en el ambiente de la era de la demencia digital.[28]
Producto del puritanismo “antifascista” de la corrección política imperante en la inmadura “República imperial” (R. Aron), exportadora de rentables tonterías patológicas como la de igualar a los necios con los listos mediante la political Correctnes —la suplantación de la realidad por la mentira––, lo ha hecho suyo el neomarxismo cultural, que, de Marx, un pensador serio, tiene sólo el nombre.
Ese neomarxismo ficticio reconoce por boca de Th. Piketty, entusiasta de la fiscocracia, que “los pobres no votan ya a la izquierda”, que suele ser la opción preferida por los idiotas fascinados por el mito de la justicia social que legitima y alienta a los robolucionarios. En USA, donde adaptó Saul David Alinsky el marxismo-leninismo, revive con los Black Lives Matter en su versión leninista-nazi, que sustituye la clase por la raza. Subvencionado —como ocurrió en la URSS y en la Alemania nacionalsocialista— por grandes empresarios, financieros y multinacionales atraídos por la rentable estupidez de moda del vacío hiperindividualismo woke carente de principios. Es una manera de arruinar las odiadas clases medias, controlar la economía y establecer un Nuevo Orden Mundial. Escribe Cavanaugh: “La ideología de ‘un solo mundo’ sólo beneficia realmente a quienes poseen el capital, que puede moverse libremente a través de las fronteras”. Con motivo de la pandemia del coronavirus se habló, y se sigue hablando, de un contubernio político-mediático-farmacéutico para hacer negocios multimillonarios aprovechando la estolidez ambiental. Por eso se empieza a decir plandemia en vez de pandemia.
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¿Remediará la IA, inteligencia artificial, la revolución permanente de la religión de Koalemos que lleva a la humanidad hacia el entontecimiento y la servidumbre universal, o será el remedio universal para que todo el mundo sea definitivamente un idiota incurable? La historia magister vitae tradicional dejaría de ser una obra de arte (Ranke) y la nueva historia sería por fin el relato de las peripecias de los koalemitas.
[1] Los temores de Tocqueville se han cumplido. Vid. el diagnóstico de Th. Molnar. El Modelo Desfigurado.Los Estados Unidos desde Tocqueville a nuestros días. México, Fondo de Cultura 1980.
[2] J-P. Brighelli, ”Pédagogisme: comment l’école est devenue une fabrique à crétins”. Marianne.com (25. XII. 2021). La moda pedagógica consiste en fomentar lo emocional e investigaciones absurdas en vez de enseñar y formar a los alumnos. En Grecia y Roma, se llamaba imbécil a quien caminaba vacilando por carecer de báculo.
[3] Vid. Mes années folles. Révolte et nihilisme du peuple adolescent après Mai 68. Un buen resumen en eldebate.com (23. IX. 2023).
[4] Propaganda oder der Mythos der Demokratie. Bad Schussenried, Hess Verlag 2022.
[5] El teórico de propaganda moderna. Edward Bernays (1891-1995), sobrino de Freud, hizo de las relaciones públicas un método para “fabricar el pensamiento”.
[6] Karl Steinbuch publicó en 1966 Die Gesellschaft informierte. Geschichte und Zukunft der Nachrichtentechnik (La sociedad informada. Historia y futuro de la técnica de las noticias. Stuttgart, Deutsche Verlagsanstallt) sobre la necesidad de que la sociedad esté suficientemente informada. En 1989, publicó Die Gesellschaft desinformierte (La sociedad desinformada, Stuttgart, Deutsche Verlagsanstallt) advirtiendo que la abundancia de noticias destruía la educación, cuyo desastre predijo, y desconcertaba a la opinión. En 1992, publicó Kollektive_Dummheit. Streitschrift gegen den Zeitgeist (El entontecimiento colectivo. Escrito polémico contra el espíritu del tiempo). Munich, Herbig Verlag 1992.
[7] Vid. Chantal Delsol, La fin de la chrétienté, París, Éditions le Cerf 2021.
[8] Sobre la estupidez (1937). Erdmann. Prólogos de F. Duque y R. Breeur. Madrid, Abada Ediciones 2018. P. 74..
[9] Vid. Aventuras de las ideas. Barcelona, José Janés 1947.
[10] Vid. Pedro de Tena, “La ‘batalla cultural’ vista por un ex agente secreto soviético, ahora en un videojuego”. Libertad digital.com (8 IX.2020).
[11] Sobre la decadencia del pensamiento, quizá exagerada, salvo en el bastante sovietizado pensamiento político, M. F. Sciacca, L’oscuramento dell’intelligenza. 2ª ed. Milán, Marzorati 1971. A. Finkielkraut, La derrota del pensamiento. Barcelona, Anagrama 1987. C. Castoriades, El ascenso de la insignificancia. Universitat de València, 1998. A. Glucksman hacía responsable al postmodernismo en El poder de la estupidez (1985). Barcelona, Crítica 2010. Giancarlo Livraghi La estupidez. Ideologías del postmodernismo. Barcelona, 3ª ed. Península 1997. Sobre la relación del postmodernismo con el giro del socialismo hacia ideologías típicas de la cretinocracia que Sloterdijk llama modales, St. R. C. Hicks, Explicando el postmodernismo, la crisis del socialismo. Buenos Aires, Barbarroja 2014. Lo postmoderno aparece, se burlaba Ernst Jünger, cuando una mujer se pone un sombrero nuevo. La moda, que es con frecuencia una falsificación de las costumbres, es también muchas veces la cuna de la estupidez, pues se prefiere la estupidez de moda a la sabiduría pasada de moda.
[12] Koalemos era también el dios de los locos y no escasean los dementes. Alain de Benoist generaliza y considera dementes a los estúpidos en “Los locos se han hecho con el poder”. ElManfiesto.com (11. VIII. 2021).
[13] Vid. Y. Couceiro, “La superioridad moral de los necios”. Latribunadelpaisvasco (13. IX. 2018).
[14] “La internacional”. Eldebate.com (19. III. 2024). Una nación en que se vota al comunismo en el siglo XXI es una nación de idiotas de los que se aprovechan los listillos.
[15] Vid. F. Jiménez Losantos, “De la América Latina a la América Soviética”. Libertaddigital.com (26. XII. 2021). La América Soviética venera como santos a Fidel Castro y Hugo Chávez, redentores definitivos de la humanidad. Santo significa perfecto.
[16] “Cuando en España desapareció la dictadura por fallecimiento de su titular, se hicieron patentes las distintas especies de tontos”. R. Moreno Castillo, op. cit. II, p. 38.
[17] Pereció también la regla fundamental de Montesquieu: «El impuesto sobre los bienes es el impuesto de la libertad. El impuesto sobre las personas es el impuesto de la servidumbre».
[18] Op. cit. P. 83. Ley inutilizada recientemente por la obra de Miguel Platón, La represión de la posguerra. Madrid, Actas 2023
[19] Reinstaurar no es restaurar. La primera Reinstauración fue la de Fernando VII, la segunda la de Alfonso XII y la tercera la de Juan Carlos. A la verdad, hubo una cuarta fugaz, la de Amadeo de Saboya, que implicaba un cambio de dinastía.
[20] Los errores del cambio. Barcelona, Plaza & Janés 1986. V, 8, pp. 94ss.
[21] J. Laguna, “Fachas… son los demás”. El Mentor. Observatorio político, social y cultural español (12. III. 2024).
[22] Vid. la parodia de Sertorio, del gobierno de los imbéciles “Habla Radio Moscú”. ElManifiesto.com (30. XII. 2021).
[23] Vid. Manicomio de verdades Remedios medievales para la era moderna. Madrid, Encuentro 2021. Una causa principal es la pedagogía progresista, que prima la emotividad. Las pasiones en marcha que decía Bertrand de Jouvenel: la envidia, la igualdad, el resentimiento, …
[24] Sobre el saintsimonismo, L. Picon, Les saint-simoniens. Raison, imaginaire et utopie. París, Belin 2002.
[25] «Si no se pareciera tanto la estupidez al progreso, el talento, la esperanza o la mejora, nadie querría ser estúpido». R. Musil, op. cit. P 53.
[26] J. Heat y A. Potter, Rebelarse vende. El negocio de la contracultura. Madrid, Taurus 2005. 6.
[27] Alicante, Editorial Eas 2021. Cf. J. Revés, “Los demonios del bien”. Centinela. La Revista de la nueva contracultura.com (29. XII. 2021).
[28] Vid. el diagnóstico de B. Sinclair, “Siete signos del virus woke”. ElManifiesto.com (23. XII. 2021). Sobre su origen, J. Bilbao, “El verdadero origen de la ideología «woke»”. lagacetadelaiberosfera.com (1. X. 2023). A. Wendt, Verachtung nach unten. Wie eine Moralelite die Bürgergesellschaft bedroht und wie wir sie verteidigen. Munich, Olzog 2024.