JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Es curioso que en la corrida de este último martes de Feria de San Isidro 2024 hubiese en la Plaza tantos sacerdotes. Sin ánimo de exhaustividad y al aire del paseo hasta llegar a la localidad contabilizamos tres: uno de sotana y dos de clergyman y luego uno de paisano, que es el que se sentó a nuestro lado. Eso nos trae el recuerdo de don Cesáreo Sánchez «El cura de Valverde», que crió sus irreductibles Conde de la Corte en Salamanca hasta su fallecimiento: «Yo exijo que vaya al caballo […] pero lo primordial es que tenga casta», proclamaba el bueno de don Cesáreo, con uno de cuyos toros, Servicioso II, confirmó su alternativa Fernando Robleño en una durísima corrida de julio, la única vez que yo he estado en el callejón de Las Ventas, en la que tres de los actuantes tuvieron que pasar por la enfermería. Tenía por entonces Robleño casi 22 años y hoy, con cerca de 44 ahí tenemos de nuevo a Fernando Robleño ante otra papeleta de las muchas que le han tocado a lo largo de su ya dilatada carrera, en este caso los Albaserrada de José Escolar, compartiendo cartel con Damián Castaño y con Gómez del Pilar.
La cosa torista se ha ido diluyendo con los años como un terrón de azúcar, y lo que comenzó siendo una novena ha acabado siendo este año un triduo de Albaserrada: hoy Escolar, mañana Victorino y pasado mañana Adolfo Martín. Tres y no más. Siempre que se anuncian estas corridas nos preguntamos dónde se habrán metido los rocarey, los morantes, los juanortegas, los pabloaguados, los talavantes… que no se les ve asomar la patita cuando se trata de vérselas con toros grises: se conoce que los shows de locomía taurina, los escacharramientos de relojes y el arte por el arte no funcionan lo mismo con estos toros de miradas huecas y de intenciones no siempre claras.
Bueno pues el hombre, en este caso don Pepe Escolar, propone y Dios dispone. El primero propuso una corrida seria, de excelente presentación y astifina, y como prueba ahí quedan las ovaciones con que fueron saludados tres de los seis, y el Segundo dispuso que la casta y la bravura estuvieran más bien desaparecidas, y que los toros presentasen mansedumbre, descaste, poquito poder y sus ciertas notitas de blandura, para dar al traste con las ilusiones de la afición, que llegaba a esta corrida exhausta tras la dura travesía del desierto que se ha dado entre los pasados días 23 de mayo (El Puerto de San Lorenzo) y 31 de mayo (Santiago Domecq). La corrida de Escolar en general no ha gustado, pero si la comparamos con cualquiera de la «novena feista» la cosa cambia, pues verdaderamente no creo que hoy haya habido alguien capaz de apartar sus ojos de lo que pasaba en el ruedo mientras estaba cualquiera de los toros presente en él.
Ni que decir tiene que los pupilos de Escolar han puesto sobre la arena de miga de las Ventas la incuestionable verdad de su seriedad y que para cualquiera de los tres actuantes de esta tarde es motivo de orgullo y de suficiencia el haber estado frente a ellos con la simple defensa de un trapo encarnado, tratando de superar la complicada prueba de los repentinos cambios de humor del ganado, de las inciertas embestidas, de los gazapeos, de las miradas petrificadoras, del difícil temperamento. Donde a diario vemos la mirada estúpida de un bóvido, más emparentado con un charolais o con un caniche gigante que con un toro, hoy hubo incertidumbre, susto y emoción y esa incomodidad que hace que nadie de los que están vestidos de luces se encuentre realmente a gusto.
Fernando Robleño, de mostaza y oro con cabos blancos, sorteó a Madrileño, número 20 y a Diputado, número 15. Con su primero no acabó de dar el paso, como si le pesase la tarde, y lo condujo muy por las afueras en pases en redondo ciertamente ventajistas en un trasteo bastante largo. Lo intentó por el izquierdo, que no era el pitón del toro, como prueba de honradez, y antes de ponerse a igualar al toro ya le habían tocado el primer aviso. Luego vino un pinchazo, una entera que no mata y nueve descabellos entre medias de los cuales le tocaron el segundo aviso. Su segundo, el tal Diputado, portaba una capa ciertamente extraña, cárdena berrenda en negro. Se trataba de un Diputado de esos del Grupo Mixto que están en el Congreso por la tajada, que se dejó pegar en su interpelación y réplica frente a «El Legionario» y que tampoco supo defender con fuerza sus argumentos, más bien apelando a provocar sentimientos como de pena en su intervención, que fue replicada por Robleño con menos apreturas que las que pasó en su primero y componiendo una faena de mejor corte y colocación, rematada a izquierdas y culminada con la votación favorable de un pinchazo y una estocada.
Estábamos ansiosos por ver si Damián Castaño, de malva y oro con cabos blancos, volvía a hacer la tontería de la porta gayola, que sirvió para que no le viésemos en su segundo doloresaguirre de Los Tres Puyazos en San Agustín del Guadalix. Afortunadamente alguien debió aconsejarle que se dejase de chorradas y esperó en el burladero del 9 a que sus dos toros salieran y se dieran unas carreras antes de ir a ellos con el capote. Su primero fue Cortinero I, que se hizo con el mando en su primer encuentro con el caballo y con Rafael Sandoval, al no haber éste agarrado el puyazo, derribando al penco y al jinete. La segunda vara no es reseñable y para la tercera Gómez del Pilar deja al toro muy de largo, permitiendo el lucimiento de Sandoval, que muestra su buena monta y la forma de entrar al toro de frente, sobrepasando la primera raya para provocar la embestida del toro, que es tardo, largando el palo con poca fortuna al clavar y rectificando en seguida. Se llevó Sandoval la ovación de la tarde. La porfía de Castaño con Cortinero I nos dejó fríos, porque el toro parecía demostrar mejores condiciones que las que Castaño era capaz de sacar de él y a medida que el tiempo pasaba se vio que no había acuerdo entre el de cuatro patas y el de malva, diríamos que parece no aprovechar lo bueno del toro. Se queda en la cara al matar, como le pasó en San Agustín del Guadalix en el único que mató, cobrando una estocada que acaba con Cortinero I, que es, incomprensiblemente, aplaudido en el arrastre. Su segundo fue Cancionero, número 45, al que se sacó a los medios con más confusión que acierto. Es éste el toro que mejor cumple en el tercio de varas, sin que la cosa sea como para tirar cohetes. En banderillas espera tanto a Chacón como a Prestel y ellos optan por ponerle los palos uno a uno aplicando la vigente Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Con este toro, que no tiene un muletazo, se muestra Damián muy decidido y valiente desde el principio, a base de buscar la posición y pelear con la enrevesada embestida del toro, que le engancha la muleta unas cuantas veces. No ceja Castaño en su empeño, lo intenta por el imposible pitón derecho y, con más ahínco, por el izquierdo, sacando muletazos de uno en uno, sobreponiéndose a las condiciones del toro y, al fin, un espléndido natural largo y rematado atrás que culmina su obra. Bajonazo y descabello fueron el prólogo a un aplaudido saludo desde el tercio.
Gómez del Pilar, de gris claro y oro con cabos negros, sorteó el peor toro de la tarde, el sexto, Salado, número 47, un gayumbo largo y grande de casi 600 kilos, mansurrón y huidizo, soso y descastado al que lo mejor que pudo hacer fue despenarle con un espadazo y un golpe de cruceta. Su primero fue Burlador, número 74 al que se sacó a los medios capoteando limpiamente sin un enganchón y rematando con media verónica. Tras su paso de puntillas por los dos primeros tercios llegó el animal a su acto final embistiendo con clase y metiendo la cabeza decididamente, condiciones que Gómez del Pilar no llega a aprovechar más allá de la primera tanda de derechazos, dejando tiempos muertos para darle tiempo al toro para pensar y acortando las distancias, que el toro le había cantado que no quería cercanías, para irse a un toreo de ahogo y proximidad que no resultó. Aviso, media estocada y descabello fue el remate de su actuación.
ANDREW MOORE