Francisco Javier Gómez Izquierdo
Pasó en el 2014. Como ayer en 22 de junio, día de San Paulino, patrón de mi querido Barbate, en el estadio Insular de Las Palmas. El público canario saltaba al césped en grupitos con ánimo de intimidar para que el señor Sánchez Martínez pitara el final de un partido que iba 1-0 para los pío-pío y que les daba el ascenso a Primera. El árbitro, todo un héroe, suspendió diez minutos el encuentro y puso firme al delegado de Las Palmas y a los agentes de la autoridad. En la reanudación, el taimado Ulises Ávila marcó el 1-1 y como los goles entonces valían doble en caso de empate, ascendimos y nos embriagamos de un jolgorio disparatado. Del llanto y desesperación canaria quedan documentos que se pueden mirar en el internet. Aquel partido se reconoce como hazaña blanquiverde y muchos bares cordobeses tienen fotografías conmemorativas de aquella tarde.
Ayer, terminada la jornada eurocopera, había una prórroga en Tarragona donde el Nástic disputaba al Málaga el ascenso a Segunda División. Ahora los goles fuera no valen doble en caso de empate; no hay penaltis y si persiste en la prórroga asciende el mejor clasificado en la liga regular, en este caso el Gimnástico de Tarragona. 1-0 al final de los 90 minutos y al comienzo de la prórroga, ¡pam! el segundo: 2-0. Fin de la primera parte de la prórroga. El Málaga necesita dos goles para empatar y ascender. Un imposible después de los 105 minutos transcurridos. El locutor del Canal Sur, acumulaba despropósitos con buenas intenciones, hasta hacérsenos simpático por lo "desbaratao" de sus comentarios. "El Málaga necesita tres goles y los vamos a meter..." decía el hombre de manera insistente desde matemática ignorancia y al empezar la segunda parte de la prórroga gol de Dioni, un reserva que salió a remediar la desesperación. El público de Tarraco, alejado de la romana dignidad que se le supone, hizo la de Las Palmas y en vez de personas echaba objetos al campo, sobre todo balones que en vez de tenerlos los recogepelotas los tenía el público. El señor Mallo Fernández avisó al delegado para que pusiera fin a tanta sucesión de trapacerías y harto de las malas artes suspendió el partido a falta de seis minutos. Se marchó al vestuario y dejó a los jugadores diciéndose de todo en la banda de tribuna; los hubo que hasta soltaron manos que eran de difícil sujección. Como el mismo día hace diez años en el Las Palmas-Córdoba, se reanudó el partido. El locutor desesperaba al espectador andaluz en general y malagueño en particular con su insólita contabilidad del tiempo que faltaba para terminar y cuando se sacó el cartel de dos minutos de añadido, el hombre acertó y dijo verdad: "... a partir de ahora quedan dos minutos". Y ahí, en el minuto 122, un niño con mechas en el pelo, como la flor de la canela, de tan sólo 17 años, Antoñito, coló un gol agónico en el abarrotado estadio Costa Dorada como aquel de Ulises en el Insular. El desparrame emocional en el mismo terreno de juego, así como en Málaga es para vivirlo y disfrutarlo. Emoción verdadera la de este Nástic-Málaga, un partido que no se nos olvidará nunca a los que lo hemos visto y tanto nos ha alegrado. Alegría que se acentuó cuando ví a Lorenzo Juarros, de tan cerca de mi pueblo, de Mambrillas de Lara y que es un director técnico que ha tenido que hacer milagros con pocos dineros.
Esperamos trasnochar en Córdoba esta noche como han trasnochado "los boquerones". ¡Que santa Ediltrudis nos ayude!
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La Eurocopa, por su camino. Portugal y Bélgica han corregido sus extrañas primeras apariciones. Francia, no. Son Lls mejores, pero Kanté sigue manteniéndose como el jugador mas importante y tal cosa no es buena para Deschamps. Montella, el entrenador turco, hace cosas raras... y ¡bueno!, pasan dieciséis por lo que sólo van a quedar fuera las selecciones que nunca tendrían que haber venido. Sobran ocho equipos; o lo que es lo mismo, dos grupos.
Ayer y hoy, la emoción no está en el fútbol de Eurocopa. Estuvo en Tarragona ayer, y hoy ya se palpa en Córdoba.