Ignacio Ruiz Quintano
Abc
A Pemán, por pasarse el día leyendo, su tía Inés le decía siempre lo mismo:
–Cuentan que en Trebujena una mocita se murió de la leyenda…
Sería la pasión de la leyenda lo que llevó hace ya treinta y un años a Abilio Abad Izquierdo, Abilio, profesor de filosofía de los de Burgos, a montar en su pueblo, Castrillo de la Reina, en la sierra burgalesa, por el puente de agosto y en el pórtico de la iglesia, los tres días de “Los Siete Infantes de Lara”, sobre la versión de Lope de Vega (“El bastardo Mudarra”), que es leyenda fundante de Castilla, la malquerida del infausto 78, cuando los destazadores de España, para satisfacer a vascos y catalanes (es la fábula del cuervo y la zorra de Esopo), que fingían ver en Castilla el peligro de la Gran Prusia, la separaron de Cantabria y La Rioja, cuna de la lengua castellana. “Castilla hizo a España y la deshizo”, dijo frívolamente Ortega, contestado en las Constituyentes del 31 por don Claudio Sánchez-Albornoz (con el aplauso de Unamuno y del propio Ortega):
–Castilla hizo a España y España deshizo a Castilla.
La de los Infantes de Lara es una leyenda de honor, traición y venganza hacia el siglo onceno. Hoy los honores carecen de importancia por ser guerra perdida. Toda la esencia de la idea revolucionaria rusa consiste en la negación del honor, reconocían los nihilistas de Dostoyevski, cuando el honor, para los rusos, no era más que una carga superflua.
–¡El derecho al deshonor! –exclama Stavroguin, que anticipó nuestro 78–. Pues con eso la gente se nos viene a montones. No va a quedar nadie al otro lado.
Ruy Velázquez, señor de Vilviestre, y doña Lambra de Bureba, señora de Barbadillo del Mercado (¡la mano invisible del mercado, que dicen los liberalios!), se juramentan la desgracia y muerte del señor de Salas, Gonzalo Gustios, y sus hijos los Infantes. ¡Capuletos y Montescos (sólo que bastante antes) en la sierra de la Demanda!
–Porque lo que queda claro que a los hombres o bien hay que ganarlos con beneficios o destruirles, porque se vengan de las pequeñas ofensas, de las grandes no pueden: así que la ofensa que se haga a un hombre debe ser tal que no dé lugar a venganza… –advierte Maquiavelo, el gran psicólogo del poder.
En la bellísima representación, al aire de la sierra, de la leyenda de Abilio, director del espectáculo, todos los actores son “amateurs” y paisanos de Castrillo de la Reina, que entran y salen tirando del hilo de la historia sobre el escenario de la iglesia renacentista de San Esteban Protomártir, renacentismo que va como anillo al dedo en la sierpe fantasiosa de Doña Lambra, pues, dice Burckhardt, que lo estudió, es la fantasía la que da especial carácter a la sed italiana de venganza renacentista, insaciable y sangrienta.
“Los Siete Infantes de Lara” cae hoy como “un vaso de agua clara”, porque la traición, en efecto, es una cuestión de fechas, y en España, desde el 78, una virtud proustianamente social.
Agosto, 2023