lunes, 13 de mayo de 2024

Dos para la Quince


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Detrás de una organización ganadora siempre hay un italiano, le dijo un preso malote a un amigo mío que lo custodiaba. Me acuerdo de ese cuento cada vez que oigo a un sacamuelas (somos un país de parpayuelas) poner en tela de juicio el estilo e incluso los conocimientos futbolísticos de Carlo Ancelotti, el medio centro que dirigió el histórico Milan de Arrigo Sacchi, y le obedecían los Baresi, Maldini, Gullit y Donadoni. Cuando ascendió a entrenador, el propietario, que era Berlusconi, le pidió “fútbol atractivo”, y Ancelotti se sacó de la manga para mediocentro a Pirlo: su trabajo como entrenador consistió en aclararle sus nuevas responsabilidades sin espantarlo: “Lo único que necesito es que estés en la posición exacta. No tienes que presionar, no tienes que entrar fuerte, pero debes seguir el balón y estar cerca de la portería cuando haga falta”.


                                             –No necesitaba ser Claudio Gentile, vamos.


    En verano, para cubrir la baja de Benzemá, Ancelotti pidió a Kane y le trajeron a Joselu. Después, como en una maldición de las trincheras de Verdún, cayeron tiroteados en el cruzado Courtois, Militao, Alaba… Y con los Lunin, Lucas, Nacho, Joselu… Ancelotti se ha plantado en el mes de mayo (el Madrid es ganar en primavera, dijo famosamente Bernabéu) en condiciones favorables de ganar la devaluada Liga española y la revaluada Copa de Europa, circunstancia que tiene al antimadridismo rabiando como la niña de “El exorcista”, que ya es una abuela hecha y derecha, tal que los viejarras mediáticos del Relato, que ya empiezan a reconocer que los números de Vinicius en la Champions (no sólo en ese Gamper de Rubiales y Piqué que se ventila en Arabia) son de escándalo.
    Ancelotti no tiene estilo de juego, pero si la jugada de Kroos y Vinicius en Munich la llegan a hacer Pedri y Lamine los mascachapas del Relato hubieran tenido que sacar de la cama a John Carlin para organizar la ruidajera mediática. Lo malo es que los que tienen estilo de juego han de ver la Champions por TV, sin más consuelo, de momento, que sus comentaristas de cabecera, donde “cancelaron” al Mono Burgos por una hipérbole sobre los malabarismos de Lamine y donde contrataron al ingenioso Joaquín Sánchez que venía de sentar cátedra futbolística con su “éste es muy malo” (¡por Vinicius!), para regocijo de los Martíneces, Marchantes y Maldonados. Por lo del Mono Burgos el Barcelona boicoteó a la televisora, donde Vinicius, sin embargo, ya con el zurutillo de MVP de la semifinal de Munich en la mano, atendió gentilmente a las preguntas de sus adversarios, que en Europa no son los futbolistas ni los árbitros: fantástico, por cierto, fue el arbitraje muniqués de Clement Turpin, que parece una copia de Steve Buscemi. Con su buen sentido de la autoridad despachó dos penaltis, uno por cada equipo, sin necesidades de VAR. Turpin es de un pueblo que no llega a los mil habitantes, Oulins, pero no lo imaginamos expulsando a Bellingham por gritar “It’s a fucking goal!”, como hizo Gil Manzano, natural de Don Benito (casi cuarenta mil habitantes), que entendió que “fucking” era una palabrota contra él, y que hasta ahí podíamos llegar, me “cagüental” y tal y tal y tal, episodio que en España lo ha catapultado a la Eurocopa.


    Para rematar la Liga hay que superar en sábado al Cádiz de Fali, antimadridista militante, que pasó de preguntarle a Benzemá en el área por su marca de la colonia, de lo bien que olía, a repartir estopa sin balón a Rodrygo con la colaboración arbitral de Soto Grado. Y para rematar la Champions hay que superar en miércoles al Bayern de Tuchel, que cuenta en su haber con una orejona ganada con Timo Werner de delantero.


    Supersticiones aparte, del Bayern inquietan Sané, Musiala y Kane, éste último obligado a despejar su condición de lúser, y para hacerlo tendrá en el Bernabéu su última oportunidad: se fue del Tottenham, el equipo de los filósofos del positivismo lógico, para no retirarse del fútbol con el palmarés en blanco, y cayó en el Bayern, que con él (aunque no por él ni en él) ha perdido la Bundesliga por primera vez en una década a manos de Xabi Alonso.


    El Madrid parte con la ventaja del estadio y la astucia italiana de Ancelotti, que querrá retirarse, el hombre, con un palmarés de los que quitan el hipo. Preocupa el talón de Aquiles que es la gatera por donde se colaron, calcados, los goles de Foden y Sané: Mendy tapa el exterior, pero ellos aprovecharon el vacío interior (Kroos que no achica y Nacho que no encima) para sus golpes de látigo. A Mendy se le queda cara como de sansirolé (la misma que se nos queda a los espectadores), y eso le pierde, cuando la grieta es estructural: vamos, que Kroos no debe ser Claudio Gentile (¡ni siquiera Rudiger!), pero el equipo necesita que esté en la posición exacta: no tiene que presionar, no tiene que entrar fuerte, pero debe seguir el balón y estar cerca de la portería cuando hace falta. Como otro Pirlo.


    –En el Real Madrid, cuando hubo que decidirse por Toni Kroos u otro jugador, , le dije al director general: “Conozco a este otro jugador. Bebe mucho y no es muy profesional. Tienen que optar por Kroos”. Y tuvimos a Kroos.


    Menuda segunda parte de memorias nos espera, si Ancelotti consigue otro doblete.