lunes, 15 de abril de 2024

Segunda novillada. Zumo de Domeq para el mallorquín Ximelis (vocinglero), el pucelano Navas (maneras de Valladolid) y el mejicano Neyra (sin hilván). Nuevos tiempos, nuevas polémicas. Campos & Moore


Al aire de su vuelo


PEPE CAMPOS



Plaza de toros de Las Ventas.

Domingo, 14 de abril de 2024. Segunda novillada con picadores de la temporada. Un cuarto de entrada. Tarde primaveral.

Novillos de Hermanos Sánchez Herrero (origen Domecq, herederos de la ganadería Aldeanueva), bien presentados, aunque desiguales, brochos (1º y 6º), altos de agujas (3º y 4º), mansos, se dolieron en banderillas (2º, 3º y 6º), algunos flojos (1º, 5º y 6º), boyante el 1º; de mayor nervio el 2º, que se revolvía; sin humillar el 3º; el 4º (muy mal picado) se fue complicando según avanzó la lidia, fue devuelto al corral al sonar los tres avisos —para el matador—; 5º y 6º muy blandos.

Terna: Borja Ximelis, de Palma de Mallorca, azul marino y oro, con cabos blancos, silencio, tras aviso y silencio; en su segundo novillo escuchó los tres avisos; veintiséis años. Eduardo Neyra, de Durango, México, verde oliva y oro, con cabos blancos, silencio y silencio; veinticuatro años. Mario Navas, de Valladolid, verde botella y oro, con cabos blancos, palmas y palmas; veintidós años.


De la novillada del domingo pasado salimos con la certeza de que nuevos aficionados jóvenes vienen acudiendo a los festejos taurinos de la plaza madrileña. No es un hecho totalmente novedoso pues llevamos dos temporadas en las que está sucediendo lo mismo. Sólo, señalar que, en estos dos festejos de abril de 2024, todavía no está montada la discoteca poscorrida en Las Ventas, que parecía ser el motivo de esas avalanchas de jóvenes aficionados, que se introducían en los festejos de estos años pasados, pues después se las veían en los pasillos de la plaza con música y alcohol. No sabemos si detrás de ello puede existir alguna esperanza, de una renovación entre los amantes de la fiesta de los toros. El hecho de ser aficionado a los toros no es baladí, ni un trámite; hoy, más que nunca, ya que, a quien acude a un festejo taurino, se le puede señalar socialmente, y esto no es agradable, ni fácil de defender. Para un joven, menos. Luego, además, está lo que el propio espectáculo puede deparar en satisfacciones, a estos nuevos taurófilos, de haber visto o experimentado verdad y belleza o las dos cosas durante cualquier evento taurómaco.


Sobre lo acontecido en la anterior novillada llegamos a la conclusión de que la empresa de Madrid no suele tirar la casa por la ventana a la hora de contratar el ganado, e intenta economizar, con lo que no se garantiza que se encadenen festejos lucidos, si no todo lo contrario. Con lo cual el atractivo de asistir al espectáculo de los toros se mantiene porque conlleva verdadera pasión, sacrificio y paciencia; hasta disfrutar de esos momentos únicos e irrepetibles que ningún otro arte puede desplegar y que avalan acudir a los tendidos de las plazas de toros tarde tras tarde. Precisamente, ahí, radica el quid de la cuestión, de sacarle provecho a este tipo de afición de cariz añejo: a ver toros, hay que ir todas las tardes que se pueda, para poder vivir algo que llene con plenitud y que justifique toda la dedicación que se tiene que emplear para degustar toros, que es enorme. A su vez, estos aficionados recién llegados, para avanzar en sus conocimientos táuricos, deben hablar de toros con los viejos aficionados, pegar la oreja, escuchar y entender lo que estos dicen. Ahora bien, debemos comentar a estos jóvenes, nuevos simpatizantes del arte taurino —para darles ánimo—, que ser aficionado a los toros implica contactar con otros adictos al arte de Cúchares, que a la hora de valorar la función van a poseer opiniones absolutamente diferentes.


Así, existen y se encontrarán ante infinidad de clases de aficionados. Buenos y malos. Sabios e ignorantes. Racionales y maniqueos. En esta tarea, es fácil que coincidan —por ser novatos—, en un primer término, con un ejemplar de aficionado, que es frecuente y lo describe Federico M. Alcázar, de manera muy gráfica, en su imprescindible Tauromaquia moderna (1936): aquél que «se plantó en su época y sólo considera estimable la (lo) anterior». Digamos a estos jóvenes aspirantes a saber de toros, que este aficionado no ayuda a hacer afición, ni a describir el espectáculo. Y, también, transmitámosles que las claves para conseguir ser un buen aficionado pasan todas, según escribe Alcázar, por «sentir la fiesta». Una fiesta que exige para ser entendida, dilucidación, reflexión, inteligencia, sentido común y compromiso. Y que esta responsabilidad nos lleva a que sea necesario conocer el entramado técnico del toreo, pues el triunfo de los toreros depende de la decisión del público, que en la corrida se muestra de manera activa, siendo el juez de la misma, según señaló Guillermo Sureda, en Tauromagia (1978). Así que, para no equivocarse en los juicios, el aficionado debe saber de toros. Y para llegar a esa sabiduría, por lo tanto, hay que ir (ver), sentir (pasión), hablar (y escuchar) y leer (buenos libros, como los citados).


Si pasamos al análisis del festejo de ayer tarde, se puede comentar que lo más notable lo realizó Mario Navas, un novillero que el año pasado, en la tarde de su presentación dejó un buen sabor de boca a los asistentes a aquel festejo, por la utilización de su capote y su toreo al natural. A su primer novillo —el tercero de la tarde— lo recibió con verónicas ganando terreno, alguna con enjundia, cerrando los lances con una buena media verónica. Se volvió a lucir en diferentes momentos de sus lidias en esta bella suerte. La estructura de sus faenas fueron clásicas, con un preámbulo, por bajo, en su primer novillo que requería horma, y con el que no se entendió por mantener el astado la cara alta durante todo el trasteo; le macheteó finalmente y lo mató de una estocada atravesada que hizo guardia en la suerte contraria; más tres descabellos. Al sexto lo llevó al caballo por delantales poniéndolo en suerte, nuevamente, con una buena media. En la faena, intentó naturales de frente con porte elegante, pero aquello no prendió porque el novillo se derrumbaba y todo quedó deslucido, finalizó con ayudados por bajo rodilla en tierra. Lo mató en la suerte contraria de dos pinchazos soltando y una estocada delantera.


Borja Ximelis, se enfrentó al mejor y al peor novillo. Al primer novillo, franco, le recibió con verónicas ceñidas, algo rápidas. Lo toreó con la muleta haciendo arco y atravesada. A pesar de ello le dio dos naturales ligados de valía, que fue lo más destacable de su labor; pero no le cogió el buen son al astado; desaprovechando una buena oportunidad de hacer faena a un animal que embestía con cadencia. Ximelis, dio muchas voces durante la faena. Tras escuchar un aviso, mató de media estocada, en la suerte contraria. Ante el cuarto, muy mal picado, con mete-saca y barrenado largo; y mal banderilleado; al coger la muleta se encontró ante la mala guasa del novillo, que embestía con la cara alta, que se lo pensaba y cortaba. No pudo con el ejemplar de procedencia de Aldeanueva. Y se eternizó a la hora de matar (un pinchazo, dos estocadas haciendo guardia, en la suerte contraria), y a la hora de descabellar (diez descabellos), en distintos terrenos, antes de ver cómo el novillo, con estoque y todo, se fue al corral.


Eduardo Neyra, mostró durante toda la tarde poco mando en la muleta, sin hilván en su primera faena, cuando el novillo pedía autoridad en el engaño, le aplicó compás abierto y toreo despegado. Lo mató de una estocada caída en la suerte contraria. Al quinto de la tarde, de muy pocas fuerzas, no le cogió el pulso a la embestida insulsa y de poco celo del astado. Lo mató de una estocada baja, en la suerte contraria.



La parada de Tod Florito Browning



ANDREW MOORE







FIN