Ignacio Ruiz Quintano
Abc
San Valentín y Miércoles de Ceniza es celebrar a Don Carnal y a Doña Cuaresma el mismo día. Hasta en los Juzgados habla de tercerías de amor un retropepero que suena a Trotaconventos del Arcipreste.
La devoción y lubricidad del “Libro de Buen Amor” llevó al orate Castro (Américo) a emparentar a Juan Ruiz con el Ibn Hazm de “El collar de la paloma”.
¿Un clérigo castellano llevando una vida mudéjar cuando en todo el Arciprestazgo de Hita por él regentado habitaban (contados por Albornoz)… once mudéjares?
Ortega, que prologó la traducción de Emilio García Gómez de “El collar…”, veía coincidencias amorosas entre la Córdoba del siglo onceno y esta España cipotudilla que hoy nos sale al paso en las pelusillas de ombligo del periodismo; por ejemplo, según él, la limitación de gestos corporales que nuestra intimidad tiene para expresarse.
–El amor, Dios te honre, empieza entre risas y acaba con caras largas –arranca Ibn Hazm, que jura por Dios no desnudar jamás su manto “para un coito ilícito”, y que a la muerte de una esclava adorada anota: “Me quedé siete meses sin quitarme la ropa”.
El amor, en fin, tiene indicios. El primero, la persistente fijación de la mirada. (¡Cuántos avaros se hacen generosos y cuánto huraño relaja el entrecejo!) El estar apretujado habiendo espacio sobrado. Los andares. El insomnio y la vela. El amante pule su lenguaje, engalana el ademán y afila las miradas. (“Y ¡vive Dios! verás que el tonto, enamorado, se torna listo y el romo se hace agudo.”) Ibn Hazm conoce a quien, después de tener un amante de cuello corto, ya no pone sus ojos en hombre o mujer de cuello largo.
–Por lo que a mí respecta, te diré que amé a una esclava mía, que era rubia, y que, desde entonces, ya no volví a gustar de las mujeres morenas.
Mas, para el esteta cordobés (nada que ver con Gala, que es torteño), a lo más alto que llega el hombre en su amor es a la castidad.
“El amor verdadero espera”, fue un lema posochentero en América:
–¡Gozo tanto al decir no!
Febrero. 2018