Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Jude Bellingham recibió, al fin, su Golden Boy, que es como el Emmy de The Golden Girls, sólo que para chicazos del fútbol (o chiquitines, si pensamos en los del Barcelona), aunque dudo mucho que con Bellingham, Pedri y Gavi pudiera montarse una comedia tan ingeniosa como la de Blanche, Rose y Dorothy en aquel chalet de Miami. Los futbolistas no son graciosos: ni siquiera Joaquín, que vivía de hacérselo.
Lo que los futbolistas empiezan a ser es elegantes: Bellingham lo fue, recogiendo la piñata del Golden. Y lo fue de aspecto y de palabra. Preguntado por qué con veinte años vuela sobre el césped del Nuevo Bernabéu, el inglés achacó su éxito a su afán de superación y, por encima de todo, al “mérito del señor Ancelotti, que encontró la posición adecuada para mí y me dio más libertad en el campo”.
La forma de Bellingham de decir “el señor Ancelotti” no es la forma de Gaspart de decir “el senyor Amunike”, por citar las dos veces que en el fútbol se ha sacado a relucir el señorío. Ni Bellingham ni Gaspart dominan el español, pero el “mister” del inglés suena diferente al “senyor” del catalán. Para no perderse en matices, la policía española tira por el camino de en medio y llama a todo el mundo “caballero, caballero”, que en inglés sonaría “gentleman, gentleman”.
–La caballerosidad inglesa consiste en estar bien vestido y bien peinado y en someterse al principio de autoridad –explicó Julio Camba a un amigo español que veía cosas raras en un club de Londres.
A Carlos Marx, por ejemplo, Inglaterra le denegó la nacionalidad británica porque “no es un gentleman”. Berllingham, en cambio, es un gentleman fuera y dentro del campo, que es donde The Times ha pedido protección para su gentlemanía, en vista de cómo en España lo persigue la bizarría patria (es el segundo futbolista que más faltas recibe), en la cual hay que incluir, desde el “Calbo” del día del Granada, a los trencillas, como los viejos cronistas llamaban a los árbitros en alusión al cordón de zapatos con que llevaban el pito colgando.
Bellingham va bien vestido y bien peinado y se somete al principio de autoridad, pero si el cateto de turno le pega y el árbitro se hace el loco, el inglés responde con una risa sardónica que el reglamento cantalejero sanciona con tarjeta, lo que supone un atentado mostrenco contra uno de los dos alicientes oficiales que ofrece la competición española, que es ver a Bellingham haciendo de gentleman, cosa que en los ambientes rústicos puede constituir motivo de provocación. Así su forma de celebrar el gol, como sucedió en Bilbao, y que en Barcelona imitó Joao Félix al hacer el gol al Atlético, su equipo, que todavía debe de estar echando cuentas para descubrir dónde está el negocio de fichar al portugués, el más caro de la historia del fútbol español.
El otro aliciente oficial de la Liga batueca es Pedri, el Asistente sin asistencias, o Lo Nunca Visto, pues, al decir de la prensa del Relato, “el canario no ha repartido ninguna asistencia esta temporada, pero la estadística avanzada muestra que debería llevar unas cuantas”, lo que dispara su cotización en el mercado de valores, donde, oh, milagro, Lamine, un gol, ya dobla en precio a Endrick, once goles. Y como alicientes no oficiales figuran los horarios y los árbitros que por esos pueblos le echan al Real Madrid, cuya TV agita el cotarro con videoclips como el del árbitro del Villamarín, Soto, árbitro duro y con aire como a Luis Folledo, boxeador, torero, actor y modelo, para quien “lo único importante en esta p… vida es saber dónde está el hormiguero para meterla”, pensamiento que podrían hacer suyo Haaland o Joselu.
En el Villamarín, Soto & Latre se comieron un penalti a Rodrygo cuya digestión marcó el partido (otro más en la Españeta de Puigdemont): lo cantó incluso Carlos Martínez, el Homero del Relato, aunque diga “preveer” y llame (por ir de finolis) “Deivid” al austriaco David Alaba (después de todo, Obama, ídolo de toda esta recua, pidió perdón en Viena “por no hablar el austriaco”). El penalti se les hizo bola a Soto & Latre, que a partir de esa jugada decidieron pitar como faltas sólo los contactos con varios huesos rotos. Y en la Casa de los Martínez comenzaron a recular: “en directo nos pareció más penalti”, “hace tres semanas y media los árbitros cambiaron el criterio”, “muy bueno el arbitraje de Soto”, “un penalti requiere que el contacto sea más violento”… Y un homicidio requeriría, para serlo, de balas del Smith & Wesson de Harry el Sucio. El penalti y un gol anulado con rayas que Latre tiró con la regadera del que pinta las del ruedo de Las Ventas dan para otro video del Real Madrid TV. El siguiente paso sería ir a las republiquetas autonómicas, donde ahora el que “provoca” es Bellingham, a jugar con el Castilla.