Caracol el del Bulto vistiendo a Joselito
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En un país tan cojonudista como el nuestro, hay que recordar cada vez que venga a cuento el cuento de Caracol el del Bulto, cantaor, padre de Manolo Caracol, cuando, al bajarse en Atocha del tren que le había traído de Sevilla, recibió en el andén un chorreo de vapor de la locomotora y exclamó, sacudiéndose el susto:
–¡Esos cojones, en Despeñaperros!
“Esos cojones, en el 78”, hay que decir a todos esos gaznápiros del comunismo matalón que hoy andan haciéndole ascos a la Reforma que ellos propiciaron y de la que llevan comiendo como papúes más de cuarenta años.
Entre los dos haces de heno del 78, la Reforma y la Ruptura, los comunistas se abrazaron a la Reforma traicionando a la Ruptura, concepto tomado en el 74 por el fundador de la Junta Democrática de la teoría de los paradigmas científicos de Thomas Kuhn (los grandes cambios requieren de una ruptura de paradigmas), y justificaron su traición con el “ruido de sables”, ridículo sonajero que vuelven a agitar ahora.
Cuando un comunista habla de sables es que te quiere vender un faquir, pero el español lleva el miedo en los huesos, y siempre acaba llevándose el Daja Tarto a casa. Luego salen los liberalios spenglerianos a explicar eso de que, “en última instancia, todas las constituciones son productos del miedo”. (En los periódicos había un especialista en “ruido de sables”, que era como el maestro Afrodisio de la Redacción: su papel consistía en mantener viva la disyunción “nosotros o la guerra civil”.)
Hasta la traición comunista a la Junta Democrática, la batalla política se ventilaba entre la legalidad pública de la dictadura y la legitimidad clandestina de la oposición. Carrillo, que ejercía de viejo de la Montaña, se vendió a la primera fumándose un “Ducados”, y hoy sus nietos, todos con nómina del Estado, tienen los huevos de jugar a la Ruptura, servidos por los tontos útiles, siempre con necesidad de “dar la razón a la suerte, sea la que fuere”, como si fuera una manera de vivir en paz con ella.
Junio, 2020